La revolución social iniciada por las mujeres en Irán sigue su curso. Tras la muerte de Mahsa Amini después de haber sido encarcelada por llevar el velo mal puesto en septiembre pasado, con manifestaciones contra el régimen que desencadenó su muerte, el encarcelamiento de más de 22.000 personas y la ejecución de siete hombres en relación con las protestas, las revueltas se han desplazado de lugar. Ya no se suceden en la calle, pero han llegado al corazón de los hogares, donde generaciones que defienden y usan el chador quieren que sus hijas y nietas tengan la posibilidad de elegir si quieren o no llevar velo. Las mujeres se lo quitan en el espacio público en actos de desobediencia civil y algunos hombres se lo ponen para trabajar y se graban con ellos en un gesto de humor que pone en evidencia la deslegitimación del gobierno. La sociedad iraní ha pasado de la división a la unidad, y a la pluralidad de voces y deseos, como escriben las feministas del país. Sin embargo, una vieja guardia en el poder no quiere la reforma y se sigue aferrando al mando.
Irán es además una gran potencia energética, geoestratégica y cultural, pero sigue siendo prácticamente una desconocida, a la par que víctima de imágenes negativas. Veamos algunas propuestas para ver, leer y aproximarse a la actualidad de una de las culturas más refinadas del mundo.
La primera es la serie Happiness (2021). Producida por Francia e Irán y rodada íntegramente en la república islámica, consta de 15 episodios de seis minutos que se emitieron primero por el Instagram del canal Arte. El director, Pouria Takavar, de 26 años, muestra la vida de una chica iraní de 17 y retrata a la juventud del país, cuyos intereses son comunes a los de otras muchas: drogas, tatuajes, alcohol, sexo, mascotas y, en este caso, el rap de la banda Zedbazi. La serie ayuda a deconstruir ciertas ideas preconcebidas sobre el país y sus adolescentes.
El cineasta por excelencia iraní tras la muerte de Abbas Kiarostami es Asghar Farhadi. Pocos directores iraníes han hecho hablar (expresarse, dudar, decidir) así a sus personajes. Considerado hace años como uno de los directores más influyentes del mundo, sigue siendo Nader y Simin, una separación (2011), una de sus grandes películas, que permite además conocer cómo funciona la justicia en el país. Sus obras recogen uno de los grandes temas del cine iraní, el social, y dentro de este, el drama y la épica de la clase social media. Como dice el escritor Hamid Dabashi en el recién publicado Masters and Masterpieces of Iranian Cinema (2023), el cine iraní suele lavar sus trapos sucios delante de todo el mundo.
Pero también están los road movies y thrillers, género en boga en una buena parte de la cinematografía mundial. En Bandar Band (2020), de la directora Manijeh Hekmat, y Hit the Road (2021), de Panah Panahi, las hibridaciones que ofrece el género y el valor metafórico de la carretera permiten contar las dificultades que hay que sufrir para migrar —como es el caso de Hit the Road— y la identificación de una generación más joven con la música y la denuncia de la crisis climática —como en Bandar Band—.
En el thriller La ley de Teherán (2019), del iraní Saeed Roustaee, se narra el narcotráfico y consumo de drogas actual del país. En Holy Spider (2022), dirigida por Alí Abbasi, pero rodada en Turquía, se cuentan los feminicidios a prostitutas cometidos en la ciudad santa de Mashad, lugar de peregrinación chií. Basada en hechos reales, los 16 asesinatos ocuparon en su día muchas portadas y tuvo el antecedente del documental, también iraní, And Along Came a Spider (2002). En los dos casos, y en otras películas iraníes, se retrata la corrupción del sistema judicial y policial, hasta no hace muchos años un tema prácticamente tabú del que nadie se atrevía a hablar. Respecto a la situación de la mujer, destacan The Art of Living in Danger (2020), de Mina Keshavarz, y Radiograph of a Family (2020), de Firouzeh Khosrovani, directoras que fueron arrestadas en mayo en las revueltas.
Desde el punto de vista literario, hay que recordar siempre la lectura de La lechuza ciega (1934), de Sadeq Hedayat, la obra cumbre de la modernidad del siglo XX iraní. Y dos libros con los que se pueden recorrer los cambios enormes del pasado siglo en el país y que hacen de la casa el tema principal. El hogar como emblema de los acontecimientos de la historia contemporánea iraní que codifica a la novela y que obliga al lector a moverse del microcosmos de la familia al marco social y político. Suvashun (1969), de la primera mujer novelista en lengua persa, Simin Daneshvar, transcurre en la ciudad de Shiraz en la Segunda Guerra Mundial durante la ocupación de los aliados. Narra la vida de Zari, quien se transforma de un ama de casa que cuida de la familia a una mujer desafiante capaz de luchar abiertamente contra la injusticia, muy diferente de las mujeres etéreas de la literatura persa clásica. La novela describe la vida de una generación desesperanzada que lucha contra las fuerzas sociales e históricas y que más adelante formará parte del contexto que lleva a la Revolución de 1979.
La casa de la mezquita, de Kader Abdolah (2005), se centra en la historia de una familia de comerciantes que vive en una mansión por la que pasan multitud de personajes de clases sociales diferentes y donde se toman decisiones económicas y religiosos. El trasfondo histórico presenta los grupos de izquierdas enemigos de la occidentalización y los extremistas islámicos, que provocan la caída del sah y el regreso de Jomeini, unos acontecimientos que marcan el destino final y la ruptura de la armonía familiar.
Farideh Lashai publica en 2003 Llegó el chacal, una autobiografía emocionante que recoge otras tradiciones, como la voz, el cuerpo y la intensidad de la poeta Forugh Farrojzad. La artista y escritora recorre los años de militancia de las izquierdas en la época del sah, su encarcelamiento por defender dichas ideas y su posterior exilio tras la Revolución de 1979: “Como siempre sucede, nadie intuía que en aquel momento la base de toda esta confusión estaba en una mentalidad feroz, violadora y machista, y todo era una tapadera para ocultar miles de complejos no superados. Como siempre —y en todos los momentos de nuestra historia de opresión política y social— a nadie se le ocurriría pensarlo”.
Dentro de las últimas voces está Kamand Kojouri. La escritora publica dos libros en inglés en 2018 y 2020 que tratan, respectivamente, del amor, y de cómo vivir en un contexto de crisis, más compasiva y empáticamente. Los temas ya son otros y tienen que ver con los discursos que las iraníes defienden en los últimos años, ajenos en muchos casos a llamar la atención sobre su situación, donde estarían incluidos los trabajos de las artistas Azra Aghighi Bakhshayeshi o Mélodie Hojabr Sadat: la voluntad de representar temas como la ciudad, los pájaros, los dibujos animados o la naturaleza. Los mismos temas que se representan en otras partes del mundo y que por una extraña razón a veces no se vinculan con Irán.
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