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Los cálculos también van con las mujeres | Formación | Extras

Las matemáticas están por las nubes. En España hay unos 26 centros que las enseñan y alcanzan notas de corte —este último curso— tan elevadas como los 12,925 puntos de la Universidad Politécnica de Cataluña (Barcelona) o los 12,661 de la Autónoma de Madrid. Resulta similar a lo que sucedió con las ingenierías hace unas décadas: tienen demanda y prestigio social. Ernesto Girondo es matemático desde hace 30 años, dirige esta disciplina en la Universidad Autónoma de Madrid y describe la ecuación con claridad. “Hablamos de una formación dura y vocacional, si entras pensando en encontrar trabajo fácil, te equivocas”, advierte. Pese a la infinidad de puestos que puede desempeñar hoy un matemático, asegura que no necesita adaptación. “Su gran valor es su forma de pensar”, explica. Plantea un problema, lo analiza, halla el porqué y ofrece la solución más sencilla. Esto sirve para todas las organizaciones. Este centro universitario propone un grado de Matemáticas (75 plazas) y un doble grado de Matemáticas e Ingeniería Informática (35 sillas). El 40% las ocupan mujeres, aunque, admite Girondo, varía mucho geográficamente. En el País Vasco —quizá por su potente industria tecnológica— superan el 50%.

Faltan referentes femeninos y la competencia con los hombres —en una titulación muy solicitada— resulta dura, pero la certeza es que nadie encuentra la solución. Marta Pérez, de 46 años, lleva 17 de carrera profesional enseñando esta asignatura en el colegio valenciano Pío XII, e intenta que sus alumnas permanezcan en esta disciplina. “Sin embargo, las chicas escogen carreras de salud, no técnicas”, explica. Su voz destila cierta tristeza. Forma a jóvenes de entre 15 y 17 años y le sucede lo mismo que a toda la comunidad educativa: “En el fondo no sé cuál es el problema”.

Más allá de esta incertidumbre, las necesidades de las empresas los han convertido en los profesionales dorados. Una gran consultora como KPMG encuentra espacio para ellos en infinidad de puestos: análisis de datos, big data, estadística avanzada, programación científica en lenguajes R, Python, C#, Java Ruby o Shell Scripting, creación de algoritmos o inteligencia artificial. Toda la compleja iridiscencia de habilidades de esta nueva era.

También toda su tristeza. Las matemáticas siempre han tenido una vida de lápiz y papel. “Algo romántico y bohemio, si se quiere entender así”, resume Marina Logares, geómetra y profesora del departamento de Álgebra, Geometría y Topología de la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense. Y distingue entre “dos tipos de estudiantes: los que persiguen con tesón resolver el problema, pese a que les afecte a la nota, y quienes vienen buscando una salida laboral”, desgrana. A los alumnos les recomienda que no usen Twitter, sino que lean novelas, una forma de pensar más profunda.

Logares forma parte del máster de Matemáticas Avanzadas. Tal vez la esencia de esta formación, aunque existen otras ramas. Proponen dos programas de doctorado y seis de máster. Entre ellos, en Ingeniería Matemática y en Gestión de Catástrofes. Y desde luego, el de Matemáticas Puras, o avanzadas, por darle un adjetivo entre lo académico y la investigación. Hay 35 plazas y solo cinco chicas; un 14%. El doctorado en Investigación Matemática tiene 49 matriculados de los que apenas un 14,3% son mujeres. Si añadimos a estos los alumnos inscritos en el de Ingeniería Matemática, Estadística e Investigación de Catástrofes, la Universidad alcanza los 76 doctorandos, pero con un escaso 23,7% de presencia femenina.

Factor distintivo

Una y otra vez, la misma pregunta. ¿Por qué acceden tan pocas? “Son unas matemáticas extraordinarias, existe una diferencia con los hombres: no les gusta la competitividad, sino la calma, lo hacen para disfrutar y aprender”, defiende Marina Logares. Uno puede pensar que las matemáticas —con todo su éxito— no encajan en el mundo actual. Las empresas y sus necesidades son las que dirigen los planes de estudios de las universidades. “Esto se solucionaría si hubiera más inversión pública, por ejemplo, en centros especializados o de investigación”, apunta la experta. Un lugar donde mandase el encerado sobre la cuenta de resultados. Pero en la sociedad del éxito inmediato no es así. “Los chicos cada vez tienen menos capacidad de frustración. El 75% de las veces el papel no te devuelve la respuesta y la belleza es seguir buscando”, observa Logares. Las salidas profesionales son incontables: finanzas, Bolsa, actuarios. Esta formación no exige adaptarse, se lleva dentro: es una forma de pensar. Pero esa manera femenina, distinta, de leer la sociedad se pierde en el doctorado. “Ahí sí existe una tijera para las mujeres”, admite la geómetra. Lo refleja ese 14%.

Paradójicamente, una misma ecuación puede obtener dos resultados distintos y ambos ser correctos. A veces, relata Jesús López Fidalgo, director del Institute of Data Science and Artificial Intelligence de la Universidad de Navarra, hay alumnos poco brillantes en bachillerato que luego destacan en Matemáticas; también ocurre a la inversa, porque carecen de la estructura de pensamiento adecuada. El doble grado con Informática resulta interesante, siempre que el alumnado tenga una alta capacidad. “En particular, esta formación con informática surge valiosa en nuestros días. Aunque es en el máster donde un matemático puede encontrar esa parte de transversalidad que desea para su futuro profesional”, resume el docente. Suena igual que el verso de Antonio Vega: “Somos coordenadas de un par. / Incógnita que aún falta por despejar”.

Más motivación

Los números se mueven con su particular entropía. En la Facultad de Matemáticas y Estadística (FME) de la Universidad Politécnica de Cataluña tienen estudiantes vocacionales que no logran ingresar debido a la elevada nota de corte: 12,92. La Facultad ha respondido elevando de 50 a 75 la oferta de plazas. “Un esfuerzo, pero hay que dar espacio al mayor número de vocaciones”, admite Jordi Guàrdia, su decano. Ofrecen el grado de Matemáticas y un doble grado abierto a las peticiones de los estudiantes: Matemáticas y Ciencias de Datos; Matemáticas e Ingeniería Industrial. No existe una lista cerrada. Tampoco paro. Y la repetida escasez de alumnas (un 30%) es una “obsesión para la nueva junta directiva”, admite el docente. “Quizá falla el tipo de empresas, la competitividad con los hombres y la ausencia de referentes femeninos”, describe. Nadie lo sabe con certeza. Wolfgang Pitsch, coordinador de Estudios de Matemáticas de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), comparte ese teorema sin resolver. Sin embargo, el boom se siente. “Sobre todo porque los matemáticos pueden integrar cosas nuevas rápidamente”, defiende. En la UAB tienen tres grados. Matemáticas Puras (60 plazas), Matemáticas Computacional (40) y Estadística Aplicada (60), más un doble grado de Matemáticas y Física (20). Las chicas han pasado en una década del 25% al 33%. Pero continúan siendo una variable. 

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