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Talento para el Futuro: La fábrica para elevar a las mujeres jóvenes a los puestos donde se toman las decisiones | Sociedad

Elsa Arnaiz, de 26 años y nacida en Burgos, defiende que a la vida hay que echarle morro. A los 23, asumió la presidencia de la plataforma Talento para el Futuro —nacida un año antes para sacar a los jóvenes de los tuits enfurecidos y reconectarlos con la política con acciones concretas— y consiguió convencer a la embajada de Estados Unidos para que financiara uno de sus primeros proyectos con 50.000 euros. “El primer contacto fue a puerta fría total, con un email… cuando crees en lo que haces te sale el morro de contactar a la gente y pedir presupuesto, los jóvenes no trabajamos gratis”, cuenta Arnaiz, graduada en Derecho y Relaciones Internacionales en IE University y, recientemente, colaboradora del Banco Mundial. Ella vivió ese “poder femenino” desde pequeña junto a su madre, que lidera una empresa familiar de materiales plásticos. “Ese tirar para adelante lo tengo por ella, Michelle Obama me queda muy lejos, no me inspira”, dice Arnaiz.

En el tiempo que lleva al frente de la plataforma —han organizado múltiples eventos con subvenciones públicas, de diferentes ministerios, y privadas, de fundaciones como Political Watch, Bertelsmann o empresas como Wallapop—, ella y su equipo (otras dos mujeres de 23 y 27 años) han detectado que no es fácil encontrar perfiles femeninos que cuenten su historia de éxito. También, que en los equipos que asesoran sobre asuntos públicos o regulación hay menos mujeres. Esa frustración las llevó en noviembre de 2023 a lanzar el programa Mujeres al frente gracias a una subvención del Ministerio de Asuntos Exteriores de 4.000 euros, dirigido a 80 chicas de 18 a 35 años para animarlas a meterse en política, bien de forma activa o en la sombra como asesoras o jefas de gabinete, y llevar la visión de las mujeres a las instituciones. “Queríamos que las enseñasen a liderar, a negociar, a construir discursos convincentes… muchas veces las mujeres tenemos un sesgo interno que nos lleva pensar que no podemos, y eso hay que trabajarlo”, señala Arnaiz, que lamenta que más allá de los programas de liderazgo para mujeres de las escuelas de negocio con costes elevados, poco más hay en España.

Durante estos meses, ese grupo de chicas llegadas desde diferentes puntos del país ha asistido a cinco talleres presenciales en Madrid. Irene Milleiro, directora de la fundación Ashoka España, les explicó en una de esas formaciones que el poder está cambiando y que el old power (término acuñado en inglés para referirse al viejo poder), tradicionalmente masculino, basado en la competición, limitado en manos de unos pocos, y donde las conversaciones se dan a puerta cerrada, está dando paso a un nuevo poder abierto, en manos de varias personas a la vez, transparente y diverso. Como ejemplos de ese cambio, que supone una oportunidad para las mujeres, citó la Wikipedia o el movimiento #Metoo.

Milleiro, que antes fue directora de la plataforma Change.org, les preguntó qué aspectos de su vida cambiarían si no tuviesen miedo. “Tenéis que ser auténticas, decir vuestra verdad, sentaos en las primeras filas, que siempre ocupan los señores, y en el ámbito laboral saber aceptar los halagos con un gracias, porque esos reconocimientos son fuerza para seguir en el camino”, les trasladó. Para las recién graduadas en busca de experiencia profesional, recomendó buscar una mentora, identificar a una mujer a la que admiren y escribirle por Linkedin, aunque no conteste. “Tenéis que encontrar vuestra red, montadla, es muy importante estar conectadas para acceder a oportunidades. No os aisléis”, les dijo tras remarcar que hay que tumbar la idea de que las mujeres compiten y por eso no buscan la colaboración.

Los planos informales expulsan a las mujeres

Es un martes de abril, y tras varias formaciones y encuentros con políticas como Tesh Sidi (Sumar), María Caso (PSOE) o Beatriz Fanjul (PP), un grupo reducido de las chicas que siguen el programa se sientan en una pequeña sala de un antiguo palacete de Madrid —actualmente sede de la organización juvenil Osoigo— para escuchar a la politóloga Paola Cannata, jefa de gabinete del secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla. Ha traído varios libros de autoras feministas, como la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie o la última publicación de Clara Serra, Leonas y zorras. Estrategias políticas feministas (Catarata). Cannata pone el foco en una cuestión que considera clave: cómo los planos informales expulsan a las mujeres en la toma de decisiones tanto en las empresas como en las instituciones públicas. “Tenemos que trabajar para que esos procesos sean transparentes, formales e impliquen la escucha y la participación… los asuntos importantes no pueden decidirse entre hombres con una copa”.

Adriana Valdés, graduada en Derecho de 22 años, levanta la mano. Cuenta que en la última consultora donde hizo las prácticas vivió esa situación. “Para entrar en el diálogo y que me tuviesen en cuenta tenía que bajar al nivel de los hombres, terminar mi jornada, ir al bar a hincharme a copas. No me gusta ese modelo, quiero y me gusta ser femenina, ¿qué hay que hacer para ser coherente contigo misma y a la vez mantener ese equilibrio con lo laboral?”, pregunta.

El estudio Gender Monitor 2023 de Esade señala que para un 65% de las directivas encuestadas, la falta de redes de apoyo es el mayor obstáculo para que las mujeres alcancen la alta dirección, de forma que las mujeres no generan redes formales e informales de apoyo que les ayuden a llegar a puestos de responsabilidad. Además, el 85,4% se mostró de acuerdo o totalmente de acuerdo con la afirmación de que “en España hay un trato desigual a favor del hombre para ocupar puestos de alta responsabilidad”. El volumen de mujeres directivas que consideró que no existen obstáculos fue del 1,6%. Según la última investigación de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), las mujeres ocupan solo el 10% de los cargos de alta dirección en las empresas.

Preguntada por esas redes informales, María Obispo, líder global de talento y cultura en la consultora Llorente y Cuenca (Llyc), cree que otorgan mayor seguridad a los integrantes de menor escala, ya que en el terreno de ocio se deshace la jerarquía y los participantes se ven como iguales. Esa cercanía lleva a los más junior a sentir una mayor confianza para expresar sus opiniones en el entorno de trabajo, y a tener mayor acceso a los superiores cuando existe un conflicto. “Sentirte seguro para decir lo que te preocupa es fundamental para el crecimiento profesional”.

En su opinión, las organizaciones tienen la responsabilidad de conocer en profundidad las circunstancias de sus equipos y sus relaciones interpersonales. “Ya está sucediendo, muchas entidades se esfuerzan por comprender cuál es la cultura interna y qué competencias se están valorando de los profesionales”, indica Obispo, que considera que hay dinámicas sociales, culturales y empresariales que afectan a la carrera de la mujer y a su progreso. En su empresa, ya hay iniciativas como encuentros entre mujeres para exponer su crecimiento profesional a las más jóvenes o incluso almuerzos fuera del horario laboral para conocerse. Además, Obispo cree que es el momento de que las compañías se planteen, por ejemplo, por qué a las mujeres les cuesta más responder a las peticiones de los medios de comunicación para exponerse y hacer declaraciones públicas.

Sobre el plano estrictamente político, la consultora de igualdad de género Alba Crusellas indica que cuanto más “protocolizados” o “formalizados” estén los espacios de poder político, más se evita a que se aparte a las mujeres. “Si existen unos procedimientos claros, puedes reclamar el lugar que te corresponde en la mesa, si no lo hay es muy probable que no te llamen o que te releguen a una posición periférica, lejos de la centralidad, del lugar en el que se toman decisiones y da pie a lo que se conoce como el pacto de caballeros. Véase el ejemplo de las listas paritarias y la necesidad de hacerlas cremallera”, dice en referencia a la normativa que obliga a que las listas electorales se presenten en un orden que alterne entre un sexo femenino y uno masculino hasta finalizar para evitar que los partidos políticos coloquen a la mayoría de las candidatas en la parte inferior de las listas.

Crusellas señala otro factor: “Si las decisiones se toman en los espacios informales de socialización, no hay que olvidar que, por un lado, aunque las mujeres tengan responsabilidades políticas, sigue recayendo en ellas una mayor responsabilidad de los cuidados que en sus homólogos masculinos y tienen menos tiempo libre; por otro, los espacios y las propias actividades de socialización continúan estando muy segregadas por sexo”.

En busca de referentes

La escritora Violeta Serrano, filóloga y autora de Un relato personal de la generación perdida (Ariel), enseña al grupo de mujeres estrategias para construir referentes políticos desde el campo de la literatura. “La narrativa política eficaz es emocional, está ligada a personas y no a partidos, un lider tiene que ser capaz de inspirar”. En la pantalla se proyectan fotos de la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, o la excalcaldesa de Madrid Manuela Carmena, y de cómo detrás de esas figuras hay un relato, unos valores, y cómo nada es casual.

Clara Muñoz, de 22 años, en uno de los talleres de Talento para el Futuro junto a otras asistentes. Tal

Entre el público, Clara Muñoz (22), estudiante de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas, reflexiona sobre cuál sería su lugar si consigue alcanzar la cima en la política. “Este programa me está dando el empujón que necesitaba, el atreverme y ver que mi lugar sí puede estar en un partido, me ha aliviado entender que no hay que ser como Angela Merkel, no hay que mimetizarse con ese liderazgo más agresivo, con menos emociones, o menos empático… tampoco con el prototipo típico femenino de mujer complaciente y sumisa como nos han enseñado. Puedes ser tú”, traslada. Además, gracias a los encuentros que han mantenido con diferentes políticas, ha contactado con una de ellas por Instagram y está en negociaciones para que participe dando una charla en su asociación.

Irune Aguirrezabal, asesora política de ONU mujeres en América Latina y el Caribe, que imparte uno de los últimos talleres, lanza una pregunta: “¿Qué está pasando en la sociedad para que todavía tengamos que tener estos encuentros por la tarde para llegar a ser percibidas y vistas con la misma potencialidad que ellos? La igualdad sigue siendo una utopía”, concluye. Aunque considera un acierto el proyecto de ley orgánica de representación paritaria y presencia equilibrada de mujeres y hombres, aprobado por el Gobierno en diciembre de 2023 —que establece que el número de mujeres no podrá ser inferior al 40% del total de los miembros de los consejos de administración de las sociedades cotizadas y de las entidades de interés público—, cree que no es suficiente. “¿Quién decide quién va en las listas de los partidos y quién ocupa los cargos en los gobiernos? La estructura y el funcionamiento de los partidos sigue dirigido por los hombres”, lamenta.

Aguirrezabal critica que España todavía no ha tenido una presidenta mujer porque “los grandes partidos no han dado ese paso”, y defiende que aunque la paridad es un avance, esa presencia tiene que ser sólida, con las mismas condiciones y posibilidades que los hombres. Uno de los mayores problemas, señala, es que en política las mujeres entran, salen y son sustituidas por otras. Aunque no hay estudios comparativos entre países de la presencia de mujeres en la estructura de poder de los partidos, si nos ceñimos a España, la experta cree que hay que mirar qué asuntos ocupan las mujeres en los gobiernos autonómicos y locales —solo el 22,51% de los ayuntamientos tiene una mujer al frente— y ver el peso dentro de la economía y la política del país. “Suelen ocupar carteras más blandas donde no hay presupuestos gordos”, indica.

¿Qué pueden hacer las jóvenes? “Atrévete a decir lo que piensas, con el riesgo de que te saquen de la foto. Haz piña con muchas mujeres. Una sola no puede, pero muchas sí. Busca también hombres que estén en eso”, zanja la experta.

Alicia López (23), graduada en Relaciones Internacionales, comparte una reflexión: “Ellos solo nos contemplan en el plano afectivo-sexual; no escuchan nuestros podcasts, no leen nuestros libros, ni escuchan a mujeres artistas… llevo tiempo dándole vueltas y esto me cabrea. Les cuesta admirar a una mujer”.

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Fuente EL PAIS

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