Es una fresca mañana otoñal en el barrio de las Lomas de Chapultepec, ese rincón de mansiones con jardines frondosos de Ciudad de México. Los ruidos hogareños acompasan la vida en la casa de la compositora y directora de orquesta Gina Enríquez (Ciudad de México, 70 años), que recibe a EL PAÍS con una sonrisa y un buen café para calentar la conversación. Enríquez ha ganado reconocimiento en México y sus composiciones son interpretadas en las principales salas de conciertos de este país, aunque lamenta a lo largo de la conversación que es difícil para las mujeres abrirse un espacio en el mundo de la música de orquesta en una nación profundamente machista, pero también a nivel mundial. Afirma que cuenta con los dedos las pocas mujeres a cargo de grandes orquestas. Dice que en México los músicos ni ven a las directoras cuando dirigen. “Toman la actitud de tener la vista abajo todo el tiempo, de estarte ignorando porque eres mujer”, denuncia. “Es machismo, absolutamente. Yo he visto varias orquestas de México que se han quedado sin director y al que ponen siempre es hombre, hombre, hombre”, afirma.
Una situación que no cambia a pesar de la fuerza que ha tomado el feminismo y de los esfuerzos que desde algunos gobiernos e instituciones se han hecho para abrir más espacios para ellas. A pesar de todo, Enríquez ha podido hacerse un hueco en la música y sus obras son respetadas por directores de orquesta, quienes las interpretan en espacios importantes que terminan con la taquilla agotada. Ese sí es un cambio que Enríquez goza: el hecho de que la gente acude más a las salas de conciertos. “Se están llenado los foros de público y eso es buen síntoma de crecimiento, de apertura”, dice. Ella estrenará el 30 de noviembre una nueva obra en la Sala ‘Manuel Ponce’ de Bellas Artes, en Ciudad de México, que ha titulado Nautilus, inspirada en ese pequeño molusco marino, porque la obra de esta compositora es una denuncia a la destrucción de la naturaleza y un homenaje a los animales, que ella llama “nuestros hermanos”.
Lo que conmueve y moviliza a Enríquez son los elefantes diezmados para arrancarles el marfil, las especies del Amazonas que desaparecen, los corales arrasados a pesar de su importancia y belleza. “Lo que me dispara es ver un animal, un arrecife, el mar. Cuando me pidieron esta obra dije ‘seguiré siendo congruente y escogeré otra criaturita’. No me tardé mucho en conectar con ella, porque siempre me ha gustado mucho, por su forma de espiral, es el orden dentro del caos. Lo que hice fue hacer un tema que representara ese orden y que diera la sensación envolvente de cómo nada el nautilius, que es muy lento y por eso la música va despacio, pero luego meto contrastantes más rápidos, que es como se mete el desorden, representando los peligros del animal, porque un pescado se los come de un bocado”, explica la compositora sobre su nueva pieza.
Pregunta. ¿Qué siente cada vez que estrenan una obra suya?
Respuesta. Es precioso. Me gusta estar en los ensayos para escuchar cómo está quedando. Hago sugerencias, aunque respeto la forma cómo el interprete siente la obra.
P. En su música hay una preocupación por temas ambientalistas. Ha compuesto sobre la Amozonía, la caza de elefantes para extraer el marfil. ¿Cómo nace el interés por esos temas?
R. Conocí a un pintor en Londres, en la Sociedad México Británica, y cuando se enteró de que era compositora me dijo que quería que viera sus pinturas. Se llamaba David Shepherd, falleció en 2016. Viajaba cada año a África a pintar elefantes, que eran su pasión. Se enteró de cómo los mataban para quitarles los colmillos, una cosa espantosa. Me enseñó unas fotos y me advirtió que eran fuertes, pero le dije que sí las quería ver. Era una cosa diabólica. Un día me invitó a su casa porque acababa de terminar una pieza, El marfil es de ellos. Descubrió la pintura ante mí y sentí que la manada se me venía encima, una cosa imponente. En ese momento oí un tema musical en corno francés y dije que tenía que componer algo en torno a eso. Compuse Marfil, que la acaba de tocar la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM).
P. ¿Comenzó entonces su relación con la naturaleza y la composición?
R. Sí. Luego un amigo me dijo que pusiera atención a los arrecifes. Es una cosa terrible lo que nos puede pasar si se acaban los arrecifes. Y me pongo a averiguar y casi me muero. Vi como veinte documentales y me quedé sorprendida por la belleza y compuse Arrecife. Luego compuse un poema sinfónico para los caballos, Equus, que no son especie en peligro de extinción, pero que han ayudado mucho al ser humano, que ha sido un servidor extraordinario para la humanidad.
P. Y también está su compromiso con la Amazonía.
R. Hice una obra pequeña para cuarteto de cuerda y trompeta, que se llama Viva Amazonía, que es una obra muy bonita, que tiene siete movimientos cortitos, de dos o tres minutos, y cada uno representa a cada una de las especies más representativas del Amazonas.
P. ¿Es su obra una forma de denuncia?
R. Lo hago como una denuncia, pero más que nada como un homenaje a los animales, porque nadie les agradece, a pesar de que son nuestros hermanos. Lo que más nos enseñan los animales es el amor incondicional, el respeto. Somos los humanos los que nos metemos a matarlos.
P. ¿Su música se puede interpretar también como un llamado de alerta?
R. Absolutamente. Y en un rato me voy a aventar una para la selva maya. [Ríe]
P. Hay muchas denuncias de ambientalistas por la construcción del Tren Maya.
R. Híjole, eso ha sido una masacre. Ocho millones de árboles. Definitivamente mi música es una llamada de alerta, trato de llamar la atención hacia eso, pero sobre todo es generar a la gente sensibilidad por la vida, que no contaminen, que dejen el plástico, que mata muchos animales.
P. ¿La música sí puede generar conciencia y compromiso en la gente?
R. Absolutamente, porque la música mueve las emociones. Si tú no sientes, tu conciencia no se va a abrir, porque no se mueve la energía y te quedas pasiva y no hay cambio. Todos los que hemos hecho cambios en el mundo lo hemos logrado a través de una emoción, como decir: ‘Ya basta de que no nos tomen en cuenta a las mujeres para la música, ¿qué es esto?’
P. Al ser mujer es más difícil encontrar un espacio en la música.
R. Como cien veces más difícil. Las oportunidades de las mujeres para dirigir son muy escasas, han subido, sí, pero muy poquito. En mi larga vida ha habido un incremento bajísimo de la cantidad de directoras de orquesta que hay activas en el mundo y directoras que tienen orquestas profesionales a su cargo caben en los dedos de mis manos.
P. Es una cuestión de machismo.
R. Es machismo, absolutamente. Yo he visto varias orquestas de México que se han quedado sin director y al que ponen siempre es hombre, hombre, hombre. La única orquesta que ha tenido una directora mujer es la del Instituto Politécnico Nacional, Gabriela Díaz Alatriste. Y párale. A Alondra de la Parra, con toda su experiencia, el apoyo que tiene de su familia, una familia con influencia, con grandes conexiones políticas y empresariales, no la dejaron ponerse al frente de la Sinfónica Nacional más que como huésped.
P. Es increíble que siga pasando esto.
R. Es la idiosincrasia. Creo que es lo que está en la mente de los músicos: ‘No tenemos por qué aceptar a una directora mujer, si no ponen un hombre, no estamos contentos’. La maestra Díaz Alatriste tuvo muy mala experiencia con la orquesta del Politécnico, porque no aceptaron su disciplina, porque es una mujer que quiso poner orden nada más para convertirla en una gran orquesta y los músicos le pidieron que se fuera. No aceptan la autoridad de una mujer.
P. ¿Es difícil trabajar en una orquesta cuando la mayoría de músicos son hombres?
R. Sí, a veces es muy difícil por la actitud que toman. Tienen la vista abajo todo el tiempo, de estarte ignorando porque eres mujer. Eso es lo que nos ha dificultado tanto. Gabriela Díaz Alatriste sufrió muchísimo. Y mira que ha sido la única que ha llegado.
P. ¿Y como compositora la situación es similar?
R. No, es bastante menos difícil. Los directores se están abriendo mucho a la composición femenina y eso me da gusto. Ha sido una grata sorpresa para mí que los directores mexicanos programen música de mujeres con más frecuencia. Eso sí ha crecido y hasta me atrevo a decir que en este caso hay equidad.
P. Usted ha tratado de romper esa brecha. Fundó en 2003 la Orquesta Sinfónica de Mujeres del Nuevo Milenio, como parte de los proyectos de Mujeres Pro Música. ¿Cómo ayudó ese proyecto a las mujeres?
R. Ayudó muchísimo. Sí hizo una especie de estallido y empezaron a entrar más mujeres a las orquestas. Yo creo que los hombres dijeron: ‘Ay, cuidado, no nos vayan a quitar la chamba’. No se me borra de la memoria una escena cuando vino una violinista y me dijo llorando después de un concierto: ‘Tú lograste que mi esposo creyera en mí’. Me quedé helada. ¡Qué barbaridad! Le pregunté si él no la había escuchado tocar y me dijo que solo en su casa, nunca en una orquesta, y fue hasta ese momento que la valoró. Es una cosa tremenda. Esa orquesta generó un antes y un después, aunque duró muy poquito, porque ya no la pudimos sostener. Hubo el cambio de Gobierno de 2006 y todo el dinero se fue a las campañas y nos dijeron que no había presupuesto y no nos podían seguir subsidiando. Era muy caro sostenerla.
P. Luego llegó la austeridad republicana del presidente López Obrador. ¿Cómo impactó en la música los recortes a Cultura?
R. Yo colaboro con Fomento Musical, aporto mis obras para ser tocadas por las orquestas. Lo hago con mucho gusto, sin cobrar, porque no hay dinero para pagar ese tipo de trabajo. Por lo menos el programa de orquestas juveniles se ha sostenido.
P. Es fuerte que a una mujer con su trayectoria en la música no se le pague por ese trabajo.
R. Sí, aunque creo que es general. Bellas Artes sí tiene presupuesto para eso, pero la Secretaría de Cultura no tiene fondos para pagarle a compositores.
P. ¿Tiene esperanzas de que haya un cambio en ese sentido con esta Administración?
R. Yo he oído aquí en Ciudad de México a la jefa de Gobierno, Clara Brugada, decir que van a crear orquestas juveniles. Yo digo que eso es bueno.
P. ¿Qué recomienda a las jóvenes que se quieren dedicar a la música?
R. He visto a hombres y mujeres que se han quedado muy amargados por no haber seguido su vocación. Siempre hay que seguir la vocación, porque las cosas siempre mejoran. Lo que les digo a ellas es que sigan su corazón, porque lo único que se va con nosotros son las vivencias. Yo estoy dispuesta a guiarlas.
Fuente EL PAIS