Hay pocas imágenes grabadas tan a fuego en los 2000 como aquellas que contienen la etiqueta boho chic. Fue el primer fenómeno viral del milenio, gestado entre tiendas de segunda mano y el lujo aspiracional, que puso de acuerdo a celebrities de todo el planeta. En la era que precedió a su etapa como diseñadoras de The Row, las hermanas Olsen fueron inmortalizadas con vestidos vaporosos, chalecos con incrustaciones de joyas, tiaras en la cabeza y sombras ahumadas en los ojos, que poco tenía que ver con el lujo silencioso que postula ahora su marca.
Una mirada mucho más excéntrica de cómo debíamos vestir en la calle que secundaron miles de mujeres, tanto conocidas como anónimas. Siempre quedará para el recuerdo esas blusas con chorreras y cinturón ancho con falsas monedas que puso de moda Nicole Richie, los diseños de Betsey Johnson o Anna Sui en Rodeo Drive o los minivestidos etéreos de Mischa Barton en pleno apogeo de la serie OC, con un motorcycle de Balenciaga –el primer it bag del siglo XXI– colgado del brazo.
Al otro lado del mundo, en Inglaterra, Kate Moss hilaba una versión más gamberra en festivales de música y portales de West London, mientras una desconocida Sienna Miller copaba revistas de moda con refinados looks que contendrían los códigos no oficiales de lo que debía ser el boho chic para el resto de la humanidad. Y es que no hay nadie como la actriz angloestadounidense para entender el nacimiento, caída y regreso de un estilo que aspira a conquistar este otoño.
Las raíces hippies y bohemias que recorren al término acuñado a comienzos de los 2000 viajó por diferentes eras y lugares de Europa; desde la mujer prerrafaelita que eclosionó a mediados del siglo XIX a la estética que se inventaron los intelectuales burgueses de Bloomsbury, entre ellos, Virginia Woolf y Vanessa Bell. Por sus venas corre cualquier estilo avanzando de la época, donde la sofisticación seduce a estilo libre y fascinado por tejidos de lejanos lugares.
Conocido originalmente como luxe bohemian en el ocaso de los años 60 –una fotografía de Talitha Getty en un tejado de Marrakech ejemplifica esta moda– , fue el movimiento hippie que revolucionó aquella época el germen del estilo que Sienna Miller abanderaría cuatro décadas más tarde. Un estilismo cuidado al extremo que mostró a todo el mundo en la película Alfie (2004) junto a su expareja Jude Law, y en el que prendas de mercadillo y accesorios de primeras marcas confluían todo el rato. En sus salidas por Londres se dejaba inmortalizar con faldas de vuelo largas o cortas junto a chalecos de pelo, pamelas, kimonos y túnicas bordadas con todo tipo de abalorios, botas arrugadas o las omnipresentes UGG sobre leggings y vaqueros pitillo.
Gracias a Miller, nombrada la Chica del Año por la revista americana Vogue en 2004, aprendimos lo que era un hobo bag (referido a un bolso amplio, con correa y cierre metálico en cuero o ante, que tomó su nombre del petate que solían llevar vagabundos en los años 30), que los fulares podían llevarse todos los meses del año, a atarnos las sandalias por encima de los vaqueros o que decenas de cadenas y colgantes valían mucho más que uno solo.
Un paseo por Oxford Street bastaba para comprobar cómo cientos de mujeres ansiaban emular el estilo de Sienna Miller con la propuesta más terrenal que ponían al alcance templos urbanos como Urban Outfitters, Anthropologie o Topshop, esta última gracias a colaboraciones como la de Kate Moss.
A medida que avanzó la década, el boho chic mutó en un estilo más relajado y moderno pero también con cierto fervor vintage, bautizado décadas después como indie sleaze o estética Fotolog que defendieron Cory Kennedy, Alexa Chung o de nuevo las hermanas Olsen. “No más boho chic… Me siento menos hippie”, confesó Sienna Miller a la misma revista años después, y su abandono terminó por contagiar al resto del mundo.
En 2024, el repentino interés que ha suscitado esta neotendencia lleva el nombre de Miller de nuevo en la palestra, unida al de Chemena Kamali como culpable en la sombra del regreso del boho chic a nuestras vidas. La directora creativa de Chloé confiesa haber buceado en el ADN bohemio y setentas de la marca francesa para su colección de debut este otoño invierno, plagada de vestidos vaporosos con volantes asimétricos, colores empolvados, chaquetas de flecos, botas mosqueteras, capas de abrigo y cadenas con la rúbrica de Chloé.
Una fórmula estilizada del boho chic que practicamos en el pasado y que Miller encarna de nuevo con múltiples apariciones de su marca predilecta. El look más impactante lo protagonizó en Cannes, con un vestido-túnica azul bebé de infinita caída y volantes. Su melena ondulada tampoco faltó. Un diseño parecido llevó Suki Waterhouse cuando teloneó a Taylor Swift en el concierto de The Eras tour en Londres, que prolonga ese rol de superstar bohemia que la cantante y actriz ha adoptado desde que formó parte del elenco de Daisy Jones & The Six.
La colección otoñal de Ann Demeulemeester ha sido por sorpresa el otro pilar de su regreso a la pasarela. Desde una óptica más oscura ––incluso gótica por momentos–, una groupie de los 70 parece colarse en el relato de su director creativo Stefano Gallici, amante de las prendas lenceras bajo abrigos de cuero y pelo, vestidos de chifón y mucho romanticismo.
Un nostálgico uniforme que contagiará de nuevo a la calle, con prendas y accesorios de inspiración boho como los que mostramos a continuación.
1. Mango
2. H&M
3. Hoss Intropia
4. Pull &Bear
5. Esthé
6. Maje
7. Antik Batik
8. Sézane
9. Isabel Marant
10. See by Chloé
11. Lola Casademunt
12. Sfera
13. Bimba Y Lola
14. Lefties
15. Mango
Fuente EL PAIS
