Para las mujeres de Ecuador, las barreras de género se viven día a día. Y aunque el país ha progresado en cuanto a la reducción de disparidades en áreas importantes como la salud y la educación, aún persiste una brecha de género importante en el mercado laboral.
De acuerdo con las Fichas de Puntuación de Género del Banco Mundial, en 2022 el 61,1% de las mujeres ecuatorianas se encontraba en empleos vulnerables -trabajo por cuenta propia o labores familiares colaborativas, empleos peor remunerados y menos productivos- frente al 43,5% de los hombres, niveles superiores al promedio de América Latina y el Caribe.
Proyectos e iniciativas como la llegada del Metro de Quito, inaugurado en diciembre de 2023, han demostrado que apostar por la inclusión de las mujeres en áreas nodales del sector productivo trae consigo beneficios importantes para toda la población. Actualmente, el 40% de los empleados del Metro de Quito son mujeres; el 50% de los cargos directivos están ocupados por mujeres y 18 es el número de colaboradoras femeninas que desempeñan el cargo de operadoras de tren.
Ejemplos como este nos hablan, desde una perspectiva más amplia, que una independencia financiera femenina no sólo equilibraría de forma positiva las realidades inmediatas de las mujeres de América Latina y El Caribe (ALC), sino que además potenciaría notablemente el potencial económico de la región.
Organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo han afirmado que cerrar las brechas de género en el ámbito laboral, directivo y profesional podría aumentar el Producto Interno Bruto entre el 4% y el 15% en naciones del Cono Sur. Por su parte, estudios del Banco Mundial destacan el impacto positivo de la participación femenina en ALC, ya que el aumento en el ingreso laboral femenino entre 2006 y 2016 aportó cerca de 21% a la reducción de la pobreza en ALC durante ese mismo período.
Ritmos distintos y objetivos comunes
Aunque atender de forma frontal aspectos como las brechas salariales entre hombres y mujeres, su igualdad de condiciones y oportunidades, así como una participación mucho más equitativa en puestos de alta gerencia, representa un desafío que requiere abordar las realidades y contextos que marchan a ritmos distintos en cada país. Crear oportunidades económicas para las mujeres es una estrategia económica de alto impacto.
En años recientes se ha demostrado que aquellas empresas que integran a más mujeres en roles ejecutivos y operativos muestran mejoras notables en áreas como su rentabilidad, creatividad y sostenibilidad. Además, se estima que reducir la brecha de género en el empleo podría incrementar el PIB per cápita a largo plazo en un promedio de casi un 20% en todos los países del mundo.
Los datos nos hablan del tamaño de este reto a nivel regional. De acuerdo con indicadores de género recientes, los niveles de pobreza y las oportunidades laborales para la mujer aún se encuentran lejos de caminar a la par de los hombres. Durante sus edades productivas y reproductivas, las mujeres en ALC tienen más probabilidades que los hombres de vivir en hogares pobres (“pena de pobreza”), nivel que alcanza su máximo (siete puntos porcentuales) para las personas de entre 25 y 35 años.

Según estimaciones de algunos informes, el PIB de México, la segunda economía más grande de la región y donde el 45,6% de la población en edad de trabajar con empleo son mujeres y el 77,5% hombres, podría aumentar en 391 mil millones de dólares si la mayoría de las mujeres trabajaran.
Hoy es mayor el número de mujeres jóvenes que no tienen empleo, educación ni capacitación en los países de la región, que el de los hombres. “Las mayores brechas contra las mujeres, de hasta 31 puntos porcentuales, se encuentran en América Central”, revela el Banco Mundial. Según el organismo, en la mayoría de los países de ALC, la proporción de mujeres con títulos universitarios que se gradúan de programas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) es entre dos y tres veces menor que la proporción de hombres.
De igual forma, en temas de liderazgo femenino, las mujeres de la región ocupan apenas el 39,6% de los puestos de dirección superior e intermedio. Aunque excepciones como la de República Dominicana -que ha alcanzado la paridad de género en esta área- nos habla de que los futuros posibles y deseables son una realidad.
Cerrar las brechas salariales y profesionales será de vital importancia no sólo para posicionar un entorno más equitativo para la región, sino para propulsar su fortaleza productiva y económica.
En su Estrategia de Género del Grupo Banco Mundial para 2024-2030, el organismo propone recomendaciones puntuales concretas, como:
- Fomentar el acceso de las mujeres a servicios financieros y oportunidades de emprendimiento, eliminando barreras que limitan su participación económica, y
- Desarrollar programas de capacitación y mentoría que preparen a las mujeres para roles de liderazgo y la toma de decisiones.
Fuente EL PAIS