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El maltrato animal: una ventana al maltrato de las mujeres

Escribo estas líneas acompañada de la respiración serena de mi perra, que duerme acurrucada a mis pies. Escribo en calma, con la despreocupación de sabernos seguras, tratando de hacer el incómodo ejercicio de ponerme en ese lugar oscuro en el que nunca he estado pero desde el que me llegan tantos testimonios: víctimas de violencia cuyos agresores la ejercen también a través de sus mascotas u otros animales.

Aunque en México no existen cifras oficiales, en los últimos años se han disparado las denuncias de maltrato animal, síntoma de una sociedad que ha normalizado dinámicas muy cruentas. La violencia se expresa de formas relacionadas entre sí y los vínculos entre la que se ejerce contra los humanos y la animal están más que documentados en la psicología.

El maltrato extremo hacia un perro, un gato, un osezno, puede ser la primera alerta de una patología que incluirá personas después, un aviso sobre la posible existencia de otras formas de violencia, como la machista. Los abusadores de mujeres comparten en muchas ocasiones un historial de crueldad hacia los animales.

Algunos informes de asociaciones expertas denuncian que casi el 95% de las mujeres que reportaron maltrato animal de sus parejas habían sufrido alguna forma de violencia por parte de las mismas. Un estudio realizado en hombres encarcelados y con antecedentes de violencia de pareja en Estados Unidos mostró que un porcentaje altísimo, el 81%, había admitido haber incurrido en maltrato animal; el 38% de ellos había empleado amenazas de herir a animales y el 52% reportó haber maltratado y/o haber llegado a matar a una mascota durante una disputa con su pareja.

Hace unas semanas, se hizo viral en Twitter el testimonio de una joven mexicana cuya pareja, que la sometía a maltrato psicológico, había acabado con la vida de su perra a golpes. Las respuestas al tuit se llenaron de mensajes de apoyo, ánimo y sororidad, también de señalamientos por parte de algunos usuarios.

Además del dolor, miedo y desconsuelo que tienen que padecer esas mujeres, la sociedad todavía las exhorta a asumir las acciones de su maltratador, les exige tomar represalias urgentes para proteger a futuras víctimas. Son muchos los casos de adolescentes que acuden a pedir auxilio a asociaciones porque sus parejas maltratan animales y luego no se atreven a proceder con la denuncia por miedo a las consecuencias: porque su vida está en riesgo, o porque no pueden salir de una relación de abuso, porque dependen de su agresor, a nivel emocional o económico. También porque tienen miedo de las repercusiones que tendrá su acto de valentía sobre la integridad de sus mascotas. Las víctimas de maltrato son hasta 7 veces más propensas a señalar que la preocupación por sus animales retrasó su decisión de dejar a parejas abusivas.

Las dinámicas alrededor de la violencia de género y el maltrato animal abarcan diversas dimensiones. Por un lado, el maltrato instrumental, el que se produce para causar daño y sufrimiento psicológico a la mujer. Como sucede con la violencia vicaria, aquella en la que los hombres utilizan a los hijos para dañar a las madres, el agresor maltrata a la mascota como vía principal para hacerla sufrir. Aunque no existe un neologismo para expresar este tipo de violencia, los agresores pueden maltratar a los animales para coaccionar, intimidar, silenciar o manipular a sus víctimas.

La crueldad animal puede ser, por otro lado, un indicador fiable y temprano de otras situaciones de violencia; también un aviso de que éstas están escalando y haciéndose cada vez más letales. A fin de establecer medidas de protección en el ámbito penal, algunos protocolos en prevención de violencia de género ya incluyen la crueldad animal como un elemento de riesgo de violencia feminicida.

Existe, además, otro aspecto clave a tener en cuenta: la repercusión que tiene la violencia contra los animales para aquellas mujeres que asisten como testigos en episodios de maltrato. Actos que pueden volverlas partícipes, hasta llevar a las víctimas a la posición de victimarias.

Para prevenir un desenlace tan trágico se requiere un mejor entendimiento de cómo funciona esta violencia interseccional, así como una mejora en los mecanismos establecidos para la protección de las víctimas. El reconocimiento de los vínculos entre maltrato animal y violencia machista debe ser más visibilizado con el fin de incentivar acciones que promuevan al mismo tiempo el bienestar de las mujeres y el de sus mascotas. También se requiere garantizar la seguridad y acompañamiento de las víctimas a la hora de denunciar. Mientras las mujeres no cuenten con una fuerte red de apoyo están absolutamente desamparadas…

“Es muy difícil cargar con el shock, el dolor, el entendimiento, sanación y, además, hacerse cargo de lo que hizo alguien más. Gracias por el apoyo y la empatía”, me respondió en un mensaje la chica que contó su caso en redes sociales.

Mientras el sistema no garantice un apoyo integral para salir de la compleja situación, ninguna víctima debería justificar su parálisis y ser juzgada ante las acciones de un agresor. Como sociedad tenemos el deber de lanzarles un mensaje rotundo, que les llegue como un grito convincente: la violencia que ejercieron los agresores contra sus mascotas u otros animales no fue ni será jamás su culpa.

Una mujer a la que seguir: Ana Tijoux, la rapera esencial en español

Ana Tijoux durante el lanzamiento de su libro en Santiago de Santiago de Chile.sofia yanjari

Por Érika Rosete

La vida, las letras y la música de Ana Tijoux explican muy bien buena parte de la historia de Chile. Nació en Francia hace 46 años, y a los 6 viajó por primera vez al país sudamericano. Es hija de exiliados por la dictadura de Augusto Pinochet. Hasta principios de la década de los noventa, ya en democracia, la rapera se estableció en Chile y comenzó su viaje por la música: el rap y el hip-hop, pero ha incursionado en varios géneros con artistas y colaboraciones de todo el mundo. Ha sido elogiada por otros grandes de la música como David Byrne e Iggy Pop, y acaba de ser nombrada por la revista estadounidense Billboard como la rapera en español más fundamental de la época.

Nada de esto es exageración, Ana, con una personalidad contestataria desde siempre, ha sido consecuente en sus declaraciones, en la música, en sus composiciones y, muy probablemente, en su vida. Por azares del destino, su canción 1977 fue añadida como banda sonora en la famosa serie Breaking Bad. Además, tiene varias otras que hoy se han convertido en himnos en Chile, pero también fuera del país. Shock, que retrató en letra y en video la parte álgida del movimiento estudiantil de 2011 —del que salieron los actuales dirigentes políticos, incluyendo al presidente Gabriel Boric— se convirtió en un recordatorio de la historia política y económica del país y hasta una explicación para saber que la explosión estudiantil no era, de ninguna manera, espontánea. Antipatriarca, de 2014, donde ya mostraba su posicionamiento feminista ante todo lo que sucedía a su alrededor, o Cacerolazo, de 2019, cuando se convirtió en el grito que las calles entonaron cuando se dio el estallido social de ese año. Ana Tijoux en sí misma representa a varias generaciones dentro y fuera de Chile, que siguen haciendo música nutriéndose concienzudamente de un grito contestatario siempre vigente en América Latina.

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