Hay una pregunta que nadie había respondido todavía y que resume perfectamente la postura de Gisèle Pelicot en el juicio que sienta en el banquillo a 51 acusados de violarla, entre los que se encuentra la persona con la que estuvo casada 50 años. ¿Por qué sigue llevando el apellido de ese hombre después del sufrimiento que le causó? ¿Por qué ella sigue llevándolo, cuando sus propios hijos están cambiándolo? Después de 82 días del comienzo del juicio y de 48 sesiones de tribunal, ella misma lo respondió: “Cuando llegué aquí, mis hijos tenían vergüenza de llevar este apellido. Pero también tengo nietos que se llaman Pelicot, y quiero que ellos no sientan vergüenza de llevarlo, que estén orgullosos de su abuela. A partir de hoy, Pelicot será la señora Pelicot y no el señor Pelicot. Mis nietos, que acaban de comenzar el colegio, no tendrán que sentir nunca más vergüenza”.
La pregunta de la defensa de uno de los acusados, en realidad, buscaba otro efecto. Pero, como pasa a menudo en este juicio, terminó convertida en una muesca más en el revolver de la lucha de la víctima.
El periódico Libération amaneció este martes con una portada dedicada a Gisèle Pelicot en la que titulaba con el lema de los Mosqueteros en versión feminista: “Una para todas”. El caso es ya una un momento histórico de la crónica judicial francesa y de la lucha feminista. La víctima, una mujer de 72 años que durante una década fue violada por decenas de hombres con quienes su marido contactó por internet, ha aguantado estoicamente un duro tránsito que ha convertido en la bandera de una lucha contra las agresiones sexuales y la sumisión química. Y, sobre todo, un símbolo de cómo transformar la vergüenza que históricamente sienten las víctimas de abusos cuando quieren denunciar en un foco sobre los verdaderos culpables: “Este el juicio de la cobardía”, lanzó este martes en la que será su última declaración delante del juez y de los 51 acusados, entre los que estaba quien fue su marido.
Gisèle Pelicot y su familia han encontrado cierto resuello ante los horrores vividos en la posibilidad de que el proceso cambie la manera de afrontar estos temas en Francia. Por eso ella, aconsejada por su hija Caroline, decidió que todo el juicio se celebrase de forma pública y se permitiese la entrada de periodistas. “Es el momento de que la sociedad machista, patriarcal, que banaliza la violación, cambie. Es el momento que debe cambiar la mirada sobre la violación”, lanzó como parte de su último alegato.
El juicio encara ahora su recta final y se espera una sentencia para antes del 20 de diciembre. Y la víctima aprovechó su turno de palabra para mirar atrás. “Desde el inicio de este juicio, he escuchado muchas cosas increíbles e inaceptables, pero así es como debía desarrollarse este juicio: sabía a qué me exponía al rechazar el proceso a puerta cerrada”, comenzó la víctima. “Por supuesto, reconozco que el cansancio hoy se siente. He estado omnipresente. Y me cuesta mucho cuando se dice que prácticamente es una banalidad haber violado a la señora Pelicot”, continuó.
Las audiencias, a las que Pelicot ha ido asistiendo de forma estoica, han visto desfilar a 51 acusados —incluido su marido— que buscaron, de una forma u otra, una justificación o un perdón para sus actos. “¿En qué momento, cuando entraron en esa habitación, la señora Pelicot les dio su consentimiento? ¿En qué momento, al ver el cuerpo inerte, no se preguntaron si algo anormal estaba ocurriendo en esa habitación?”, se ha cuestionado ella al respecto. “Escuché: ‘fui manipulado, me drogaron, tomé un Zolpidem’. Uno se pregunta: ¿en qué momento no reaccionaron? ¿Por qué no denunciaron todo esto?”.
Fuente EL PAIS