Todavía hoy me emociono al escuchar la sintonía del programa Alquibla de TVE. Para el común de los espectadores debió de ser un programa divulgativo más pero para mí, en un tiempo sin internet ni parabólica, era un puente con mi primera infancia, un asidero, un espacio en el que se me contaba la realidad al otro lado del Estrecho con toda su complejidad y en una lengua que era más mía que el árabe. ¿Cómo no iba a admirar a ese escritor español que tan bien parecía conocer la sociedad marroquí? ¿Cómo no tenerlo por referencia si era una respetada voz que escribía contra el racismo y los estereotipos que nosotros padecíamos? Ahora, con la aparición del documental Little Girl Blue de Mona Achache y lo que en él relata se me agria la admiración que tenía por Juan Goytisolo y palabras como decepción o desengaño no me alcanzan para describir la tristeza, la rabia, la constatación de que, en caso de duda, a quienes se hace callar siempre es a nosotras.
En este caso no tiene sentido plantear el debate en términos de separación entre la obra y el autor porque el barcelonés hizo gala de su defensa de valores fundamentales, de su compromiso. Parece ser que más con la pluma que con sus actos. Fui ingenua cuando me sentí halagada por los elogios que me manifestó después de leer mi primera novela, dedicada a la violencia y los abusos en el seno familiar. Siempre me extrañó, eso sí, que un homosexual pudiera vivir con su amante en un país en el que, por imperativo teocrático, sigue siendo delito ser gay o lesbiana. No quise ver entonces lo que me produce un enorme dolor hoy por toma de conciencia: que los intelectuales de izquierdas que amaban Marruecos podían contar las bondades de mi país de nacimiento porque su estatus allí es de la clase alta privilegiada, que ser europeo en la dictadura de Hassan II o Mohamed VI era y es disfrutar de los derechos que no tienen los autóctonos. Si, como se dice en el documental, Goytisolo impuso silencio a la víctima en base a la cultura local su hipocresía es todavía más grave dado que siempre instó a la opinión pública española a deshacerse de sus prejuicios sobre “el moro”. La normalización de los abusos sexuales en Marruecos no se debe a la cultura particular sino a la común cultura de la violación. Si a Mona Achache la violó el amante de su abuelastro con el silencio cómplice de éste, ¿qué no les pasaría a otras mujeres de su entorno más pobres? “Siempre obligada a callar”, así era descrita la mujer marroquí en un capítulo de Alquibla.
Fuente EL PAIS