Durante una semana, Cristina Fallarás estuvo recibiendo unos tres mensajes por minuto en su cuenta de Instagram. No sabe cuántos porque “es inabarcable contarlos”, pero la periodista y escritora aproxima que tiene más de 4.000 aún sin leer. Desde el pasado 24 de octubre le han llegado “cerca del doble que todo el año anterior”. Ese día, Íñigo Errejón abandonó la política tras una acusación anónima de una mujer en la cuenta de Fallarás. En el post que publicó, la mujer aseguraba que había sido víctima de violencia sexual por parte de un político de Madrid. No había ningún nombre, pero el caso estalló.
El que fuera portavoz de Sumar en el Congreso publicó una carta en redes en la que anunciaba que dejaba todos sus cargos, no pedía perdón y aludía ser una víctima de la “línea política y mediática” y del patriarcado, pero de sus palabras se desprendía que asumía la denuncia contra él. Según Más Madrid, “confirmó los hechos”. Esa dimisión hizo que muchas que aún no conocían el perfil de Fallarás, se giraran hacia esta cuenta y encontraran un lugar seguro para contar sus experiencias.
La avalancha es, desde entonces, y según la define ella “una barbaridad”. Dice que “es el mayor archivo existente de relatos sobre violencia sexual, narrado por las mujeres, cuando ellas quieren y como ellas quieren, sin responder a ninguna pregunta, de manera intuitiva y voluntaria, jamás se ha hecho un archivo así”. Ese archivo ha sido ahora el modelo que decenas de mujeres han replicado.
Algunas lo hicieron ya el año pasado, pero la mayor proliferación de estos espacios en Instagram para denunciar violencia sexual en nichos muy concretos se ha sucedido desde esa última semana de octubre cuando todo los focos, mediáticos y virtuales, se centraron en la cuenta de la comunicadora (con más de 245.000 seguidoras), por el caso Errejón.
Han aparecido perfiles como Abusos Rock que se dedica a recopilar testimonios sobre casos de roqueros y músicos metaleros, que sigue la línea de Abusos en la Música, uno de los primeros creado en septiembre de 2023, con más de 11.000 seguidores. Hay cuentas que señalan a escritores, es el caso de Víctimas del Sector Editorial, con algo más de 2.000; otras que denuncian agresiones en la industria publicitaria, como es Se Tenía Que Decir, con más de 4.600. Han nacido cuentas geográficas, por territorios o ciudades como Canarias, Valencia, Asturias, Vigo, Galicia, Granada, Málaga, Bizkaia o Barcelona “para el apoyo a las víctimas y exponer abusadores”. Y hay, desde hace unos días, una nueva llamada Me Too Spain “dedicada a la organización de todas las plataformas dando voz al movimiento me too en España”, con siete post publicados en los que clasifican esas cuentas por ámbitos: artes escénicas, música o publicidad.
Con más o menos seguidores, reproducen el modelo de la periodista. Es el caso de Denuncias Granada, que se inauguró el 28 de octubre compartiendo el testimonio sobre el músico que le había llegado a la comunicadora. Desde entonces, explica una de las gestoras de la cuenta, suman casi 36.000 seguidores y han recibido más de 90 relatos anónimos de mujeres a través de un correo electrónico que crearon al mismo tiempo que abrían el perfil. “Primero pedimos permiso para publicar”, explica esta mujer sobre el proceso. “No editamos los textos, hacemos capturas y tachamos los nombres y palabras malsonantes para que Instagram no nos censure”.
Ese proceso se repite: informan que respetarán el anonimato de quienes les envíen sus testimonios, ponen a disposición los mensajes directos de la app o un mail y publican los mensajes como les llegan a los buzones de entrada después de anonimizarlos y eliminar palabras para que Instagram no borre los posts. Todas son gestionadas por mujeres y aquí sí, con una diferencia respecto al Instagram de Fallarás: son ellas mismas, la mayoría, anónimas. Por el miedo, las amenazas más o menos sutiles de las repercusiones o presiones sobre las gestoras de las cuentas o sobre las propias mujeres que interaccionan con las publicaciones.
Este jueves, desde la cuenta de Víctimas del Sector Editorial colgaban un post: “Se están dedicando a mirar detenidamente los ‘me gusta’ de las publicaciones. Y según quién haya dado me gusta están escribiendo a esas personas para coaccionar y presionar para obtener información acerca de quién o quiénes están gestionando la cuenta. Sé que da miedo. Muchísimo miedo. Pero ya hemos tenido que borrar testimonios por la presión que ejercen sobre las personas. […] La lucha es siempre la misma. Anónimo es el nombre de una mujer”.
Anónimas son también las mujeres detrás de la cuenta de Denuncias Granada, que nació porque entre las decenas de testimonios anónimos que recopila Fallarás, a un grupo de mujeres les llamó la atención uno en el que se hablaba de un rapero de la ciudad andaluza. “Nada más publicar este relato, en los comentarios empezaron a repetirse dos nombres”, cuenta al otro lado del teléfono esa mujer, que prefiere no identificarse. Se trataba de los raperos Ayax y Prok que, tras las publicaciones en Instagram, han emitido un comunicado en el que niegan estas acusaciones. El concierto que tenían previsto el 25 de marzo de 2025 en el WiZink de Madrid, en el que iba a ser el recital más importante de su carrera, ya no se celebrará. Su oficina de representación, Taste The Floor, ha despedido al grupo.
Hay pocas que sí dan su nombre. Es el caso de Raquel del Castillo, que sigue estudiando artes escénicas y está a punto de cumplir los 22. Ella, junto a otras dos mujeres, son quienes están detrás de la cuenta Testimonios Artes Escénicas, dedicado a “todo tipo de violencia, sea cual sea tu género”. Nació el 4 de noviembre después de la publicación en redes del testimonio de Miranda Yorch, que describió en Instagram una agresión sexual por parte del actor y profesor Juan Codina que culminó con el despido del intérprete de su propia escuela. En algo más de dos semanas tienen más de 4.000 seguidores y, explica del Castillo, el objetivo es “dar visibilidad a los problemas que ocurren en el mundo de la interpretación, que son muchos: maltrato psicológico, físico, sexual. Que hablen, que no sienta nadie que está solo ni que están locos o locas y que se sientan más arropados para hablar y que termine esta violencia”.
También da su nombre la cineasta Gabriela Alonso Martínez, que gestiona la cuenta Contamos Todas, una de las pioneras en recopilar denuncias sobre abusos, en su caso, en el sector audiovisual. Empezaron a finales de 2022 y han sido testigos de cómo este tipo de espacios se multiplicaban. “La verdad es que es horrible leer tantos testimonios y darte cuenta de que pasa en todos los lugares de trabajo”, explica la directora por teléfono. Su alcance es menor al de otros perfiles similares, pero en estos casi dos años no han dejado de recibir testimonios, sobre todo tras la publicación de las dos informaciones de este periódico en el que seis mujeres acusaron a Carlos Vermut de violencia sexual.
“Nos hemos reunido con abogadas y psicólogas para tratar de dar una mejor respuesta o asesoría a las mujeres que nos contactan”, cuenta Alonso Martínez. Una necesidad no cubierta por unas cuentas porque su objetivo primario ha sido recoger y hacer públicos los testimonios, pero no dar asistencia a las mujeres que los envían. Una asistencia que, recuerdan siempre las especialistas, deben dar aquellas personas formadas para hacerlo: desde psicólogas hasta trabajadoras sociales. Así, por ejemplo Se Tenía Que Decir, informó hace una semana que se unía a ellas Duroa Abogados, en caso de que las mujeres quieran interponer una denuncia; y Denuncias Granada ha dejado fijado en su perfil los recursos institucionales disponibles para las víctimas.
Todo esto es una evolución. “Lleva más de diez años haciéndose todo este trabajo de denuncia, de hecho la cuarta ola del feminismo está en eso, en utilizar las redes y hacer activismo de hashtag para visibilizar la violencia y específicamente la violencia sexual, hay muchísimos casos y literatura al respecto de muchas plataformas como Tumblr, X y también Instagram”, apunta Elisa García Mingo, socióloga y especialista en el análisis de las redes sociales como canal para denunciar la violencia sexual y construir redes para organizarse contra esa violencia.
Twitter, cuando aún no era X, durante la etapa del Yo sí te creo, “recibió una herramienta pedagógica por parte del feminismo”, recuerda García Mingo: “Cuestiones muy de nicho, del mundo teórico, pasaron a la red, y la gente empezó a aprender, por ejemplo conceptos como la cultura de la violación”. Es decir, que lo que ocurre hoy, de forma más visible, se ha ido gestando en los últimos años.
Lo que es reciente, matiza, “es la creación de cuentas en vez de un hashtag” que es lo que prácticamente en todos los casos ha sucedido hasta ahora, y hay decenas de ejemplos en todo el mundo. En España, recuerda el Cuéntalo, generado también por Fallarás en Twitter a raíz del caso de La Manada: “Ella ya había creado esa manera de recoger testimonios. Y su caso es muy concreto, porque ha construido su mirada, su trabajo, su tarea, en recoger esos testimonios, y a raíz de eso se ha creado conciencia”. La cuestión de las “recogidas sectoriales” (cine, teatro, música), es para García Mingo “la aplicación local de ese planteamiento inicial para sacar adelante testimonios que si no es así no hubieran tenido impacto”.
Son, para la socióloga, “imprescindibles para crear conciencia”, pero “no suficientes para acabar con la violencia”. No cree que sea “el primer paso”, como se ha apuntado en los últimos días, para la denuncia ante las instituciones, “sino uno más para entender, socialmente, que esto que ocurre es sistemático, cultural, y que hay que acabar con ello, y para eso la otra parte, la denuncia, lo institucional, es también fundamental”.
No son cuestiones excluyentes. “Hay mujeres que no han querido que publiquemos lo que les pasó, solo necesitaban a alguien que las escuchara”, dice la gestora de la cuenta de Denuncias Granada. “Hay testimonios muy duros que te llevas a la cama y no puedes dormir. Pero vamos a seguir, vamos a hacer todo lo que podamos para que ninguna más pase por esto. Hay mujeres que nos dicen que pensaban que eran las únicas que habían sufrido algo así y ahora ven que no están solas”.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.
Fuente EL PAIS