Cuando el lunes por la noche la cuenta de Janja da Silva, la esposa del presidente de Brasil, lanzó un tuit en letras mayúsculas a favor de que en 2026 el próximo jefe del Estado sea el más aguerrido de los jueces del Tribunal Supremo -al que se refería por su apodo, Xandão— quedó claro que algo raro ocurría. A una velocidad endiablada, la cuenta de X (antes Twitter) empezó a escupir un torrente de mensajes con todo tipo de insultos, ataques machistas, ofensas y groserías contra la socióloga, su marido, Luiz Inácio Lula da Silva, y el juez Alexandre de Moraes. A Janja, de 57 años, la siguen más de dos millones de tuiteros. La policía ha abierto una investigación y realizado varios registros en direcciones relacionadas con los sospechosos, cuya identidad no ha sido divulgada. No hay detenidos y, si hay pistas, no son públicas.
Esa misma noche, un ministro confirmó que la cuenta había sido pirateada. El hackeo fue denunciado tanto ante la Policía Federal como ante la empresa de Elon Musk. Al cabo de una hora, los agresivos tuits y todo el resto del contenido de la cuenta desaparecieron. Y así sigue, vacía, sin nada más que la foto de la señora Da Silva. Aunque se llama Rosangela Silva, siempre ha preferido su apodo, Janja, y así se la conoce en su patria.
Tanto la víctima, como el mandatario han calificado la incursión en la cuenta de X como “un ataque machista” y han aprovechado para recalcar que las mujeres son las víctimas predilectas de los que difunden su bilis y su odio en Internet. “Las mujeres son las principales víctimas de los delitos virtuales y no podemos tolerar más episodios como estos contra las mujeres. A los implicados, todo el peso de la ley”, tuiteó Lula en un mensaje de solidaridad con la mujer con la que se casó a las puertas de las últimas elecciones. Fue el tercer matrimonio del presidente, que enviudó dos veces.
Brasil es uno de los países donde más tiempo dedica la ciudadanía a navegar por Internet. Y los ataques súbitos, coordinados y a menudo estimulados desde la órbita bolsonarista están a la orden del día. Sus víctimas preferidas, mujeres activas en política, a menudo de izquierdas. Pero tampoco las de derechas se libran.
La primera dama, que se presenta en redes como Janja Lula da Silva, socióloga con un master en sostenibilidad, militante con carné del Partido de los Trabajadores desde el 1983 y “casada con un cierto pernambucano”, es una figura política de primer orden y una activa tuitera que lo mismo opina de asuntos de actualidad, que se retrata con artistas o muestra alguna imagen familiar. Aunque no ocupa ningún cargo formal, su presencia al lado de su esposo es constante, a menudo protagoniza actos gubernamentales junto a las ministras del Gobierno Lula. Tiene opiniones políticas y las expresa, sea en redes o en discursos.
Al día siguiente del ataque, Da Silva se refirió a él en un mensaje colgado en su cuenta de Instagram, donde atesora 2,3 millones de seguidores, el doble que en X: “Ya estoy acostumbrada con los ataques en Internet, por muy triste que sea acostumbrarse a algo tan absurdo. Pero la realidad es que es un espacio muy potente para hacer el bien y el mal”. La primera dama recordó en su mensaje que este tipo de agresiones virtuales son frecuentes y en ocasiones derivan en agresiones físicas, feminicidios o suicidios. Añadió la socióloga que “es necesario combatir el odio, la intolerancia y la misoginia” además de castigar a los culpables.
El mes pasado, la esposa de Lula contó en una entrevista con Globo los múltiples ataques que sufre en redes y cómo responde: “Tuve una conversación con una directora de Google sobre el emprendedurismo femenino. Y dije: “¿Sabía que cuando escribes ‘Janja prostituta’ en Google aparecen un montón de noticias falsas?’. Se quedaron sin respuesta, porque ganan dinero con eso. Las grandes tecnologías son responsables de mucha violencia digital. Ya lo he denunciado. Tengo tres demandas ante los tribunales”.
Mientras su cuenta de X sigue en suspenso porque es la escena de un delito, ella sigue conversando con los internautas en Instagram.
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