Sarah McBride todavía no ha jurado su cargo como la nueva legisladora por Delaware en la Cámara de Representantes. La demócrata aún está aprendiendo a presentar un proyecto de ley y a navegar la vasta red de edificios que conforman el Congreso, al igual que el resto de congresistas novatos elegidos en las elecciones del pasado 5 de noviembre, que se encuentran en Washington para una orientación. Es probable que ni siquiera sepa dónde se ubican los baños del Capitolio, pero sus colegas republicanos ya quieren prohibirle el acceso a los de mujeres. Porque McBride no es cualquier congresista: es la primera persona abiertamente transgénero elegida a la rama legislativa estadounidense en un momento en que el Partido Republicano está en una cruzada para hacer retroceder los derechos de la comunidad LGBTQ.
El pasado lunes, sabiendo que McBride se encontraba en Washington, la representante republicana de Carolina del Sur, Nancy Mace, presentó una resolución que modificaría las reglas de la Cámara de Representantes para prohibir que las mujeres transgénero —sean legisladoras o empleadas— usen los baños de mujeres en el Capitolio. Aunque la resolución no nombra específicamente a McBride, Mace dejó clara su intención en declaraciones a la prensa tras introducir la medida: “Sí, absolutamente”, dijo al ser preguntada acerca de si estaba dirigida hacia la nueva representante de Delaware, dijo.
“Estoy absolutamente, 100%, dispuesta a interponerme en el camino de cualquier hombre que quiera estar en un baño de mujeres”, añadió la republicana, en referencia a McBride. Y no paró ahí. Desde el lunes ha compartido en X una serie de publicaciones defendiendo su posición y atacando a la nueva legisladora: “McBride, un varón biológico, no puede opinar sobre los espacios privados de las mujeres”; “Dejar entrar a hombres biológicos en nuestros espacios no es solo una invasión de la intimidad. También pone en peligro nuestra seguridad”; y “Esta legislación es de sentido común para la seguridad de las mujeres”. También publicó un video en el que se le ve colocar un cartel en la puerta de un aseo para mujeres que reza “biológicas”: “Nunca pensé que necesitaríamos un cartel para esto, pero los baños de mujeres son para mujeres BIOLÓGICAS. No para hombres”. Por todo ello, asegura, ha recibo amenazas de muerte.
De momento, el futuro de la resolución es incierto. Mace ha asegurado que el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano y ultraconservador Mike Johnson, se ha comprometido a incluirla en el paquete de reglas de la Cámara para el próximo Congreso que arranca en enero. Pero Johnson no ha dicho públicamente si la respalda o no. Durante una rueda de prensa el martes, el speaker se negó a responder si McBride es un hombre o una mujer: “No voy a entrar en debates tontos sobre esto. Hay una preocupación por los usos de los aseos y vestuarios y todo eso. Es una cuestión que el Congreso nunca había tenido que abordar. Vamos a hacerlo de forma deliberada, con el consenso de los miembros al respecto, y nos acomodaremos a las necesidades de cada persona”.
Horas más tardes, sin embargo, Johnson convocó otra rueda de prensa en la que intentó aclararse pero en la que acabó añadiendo más fuego a la controversia. “Un hombre es un hombre y una mujer es una mujer. Y un hombre no puede convertirse en mujer”, sostuvo. “Dicho esto, también creo que debemos tratar a todo el mundo con dignidad. Podemos hacer y creer en todas esas cosas al mismo tiempo”, añadió, sin posicionarse a favor o en contra de la medida.
Aunque la resolución se aprobase, sería difícil de aplicar. Esta semana algunos demócratas han preguntaron si Mace pretende exigir cacheos o análisis de sangre a las puertas de todos los baños del Capitolio. La republicana, por su parte, no ha especificado cómo se podría hacer cumplir.
McBride, en el centro de una mayor guerra cultural
Como era de esperar, la polémica resolución ha provocado la indignación de varios legisladores demócratas, incluyendo los líderes del partido en ambas cámaras del Congreso: desde el Senado, Chuck Schumer la calificó de “cruel” y, desde la Cámara, Hakeem Jeffries lo describió como “acoso”.
Por su parte, McBride, que jurará su cargo el próximo 3 de enero, restó importancia al asunto y tachó la medida de “distracción”. “Esto es un intento flagrante de los extremistas de extrema derecha de distraer la atención del hecho de que no tienen soluciones reales para lo que afrontan los estadounidenses. Deberíamos centrarnos en reducir el coste de la vivienda, la atención sanitaria y el cuidado infantil, no en fabricar guerras culturales”, escribió en sus redes sociales.
Su respuesta a este último ataque en su contra se hace eco de la forma en la que enfocó su campaña, en la que apenas habló de su identidad. Antes de las elecciones que ganó, mantuvo que estaba centrada en “ofrecer resultados tangibles a los electores” a los que sirve, no en explicar su identidad a nadie. Aseguró que como senadora estatal en su nativo Delaware —donde también fue la primera persona trans elegida para la legislatura estatal— estaba acostumbrada a trabajar con personas que han votado en contra de los derechos LGBTQ y que estaba dispuesta a seguir haciéndolo en Washington para impulsar su programa político, centrado la reducción de los costes de las escuelas infantiles y el aumento del salario mínimo, entre otras medidas.
Pero McBride ya sabía que su llegada a Washington provocaría la indignación de los legisladores del ala más radical y conservadora del Partido Republicano, que durante los últimos años se ha dedicado a intentar desmantelar todo tipo de protecciones de las personas trans, sobre todo en el ámbito de la salud y la educación. Además de intentar forzarles a usar los baños que correspondan con su sexo biológico, como pretenden hacer con McBride, los republicanos han concentrado sus esfuerzos en prohibir la asistencia médica a los menores trans que quieran afirmar su género y en excluir a las mujeres trans de las ligas deportivas femeninas
Y lo han intentado hacer con un barrido de medidas propuestas tanto al nivel federal como el estatal. Solo este año, en el Congreso se han presentado un total de 81 proyectos de ley contra la comunidad trans, según una página web dedicada a rastrear este tipo de legislaciones. Y a lo largo de todo el país, se han propuesto más de 500 normas estatales. De esas, se han aprobado 45, en 16 Estados.
Se espera —y la medida presentada por la representante Mace lo demuestra— que esos esfuerzos se aceleren cuando el nuevo Congreso, de mayoría republicana en ambas cámaras, tome posesión el próximo año junto a Donald Trump como presidente. El presidente electo también tiene un largo historial de ataques a las personas trans: durante las últimas semanas de su campaña gastó más en campañas centradas en atacar a esta comunidad que en cualquier otro tema. En total, el republicano invirtió casi 215 millones de dólares en anuncios contra de los derechos trans. Y con McBride en el Congreso, está claro que el Partido Republicano tendrá un nuevo objetivo fácil de atacar cuando y como guste.
Fuente EL PAIS