Admitámoslo con honestidad y dejemos de lado el estereotipo de la mujer siempre víctima: si el machismo sigue existiendo después de trescientos años de lucha feminista es, en parte, por a la complicidad y el apoyo de un nada desdeñable sector de la población femenina. La periodista Layla Wright, en el documental de la BBC Mujeres de la extrema derecha, viaja a EE UU para entrevistar a algunas destacadas activistas que defienden y promueven el sistema de dominación masculina y pretenden revertir algunas conquistas en derechos fundamentales.
Viéndolas da la impresión de que hay una gran incongruencia entre lo que son y lo que dicen: chicas jóvenes, conectadas a redes, vestidas como cualquier otra persona de su edad, no presentan rasgos externos que delaten una mentalidad sacada de otros tiempos. Achacan al feminismo el malestar que viven como mujeres y son partidarias de un modelo de familia tradicional y patriarcal donde las jerarquías están claras y el orden es inamovible. Aparentemente, porque la tarea que llevan a cabo, el trabajo que hacen para difundir una misoginia de manual con podcast, organización de manifestaciones y asistencia a actos multitudinarios nada tiene que ver con el rol de mujer pasiva y sumisa. Puede que aspiren algún día a dedicarse a sus tareas ejerciendo de modélicas esposas y madres; pero ahora mismo, tal como salen en el documental, son auténticas profesionales al servicio de una organización social más ideal que real.
A las que hemos tenido algún contacto con el fundamentalismo este fenómeno no nos sorprende: hace ya tiempo que sabemos de la existencia de mujeres con formación superior muy competentes a todos los niveles que dedican su talento y capacidades a luchar en las filas de la reacción furibunda contra la igualdad. No sé si la estrategia de tener a mujeres poderosas en favor de un sometimiento que ellas no practican nació primero entre los radicales cristianos o entre los musulmanes, pero ambos la usan del mismo modo para difundir su visión teocrática de la democracia. Una de las entrevistadas por Wright defiende la jerarquía que tantas veces hemos oído en boca de los islamistas: está Dios, debajo de él, el hombre y bajo este, la mujer. Otra llega a afirmar que el voto femenino no ha traído nada bueno.
¿Por qué hay mujeres que escogen y defienden algo que les va en contra como seres humanos? Se me ocurre que porque el ejercicio de la libertad es a veces agotador y renunciar a ella parece más fácil que obedecer. Bueno y a algunos también será por la cuenta que les trae.
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Fuente EL PAIS