El mundialmente famoso comercio del café en Uganda, pilar de la economía de este país del este de África, se está viendo sacudido por un grupo de mujeres emprendedoras procedentes de su famosa región cafetera, donde las empresas que ellas dirigen están rompiendo un histórico techo de cristal, y de paso algunos tabúes culturales.
Para los gisu, una tribu bantú repartida por todo el monte Elgon, en el este de Uganda, el café ha sido durante mucho tiempo coto privado de los hombres. La cultura tradicional de los gisu prohibía a las mujeres ser propietarias de negocios y las excluía del comercio del café. Incluso las disuadía de beberlo. Según una antigua creencia ugandesa, el consumo de café hace a las mujeres menos deseables para sus parejas porque provoca sequedad vaginal, por lo que muchas evitaban tomarlo, aunque eso está cambiando gradualmente.
Los gisu representan alrededor del 5% de la étnicamente diversa población ugandesa de 50 millones de habitantes. Durante generaciones han cultivado en las fértiles estribaciones del monte Elgon diversos productos básicos, como patatas irlandesas, maíz y repollo.
Pero en lo que a cultivos comerciales respecta, el café es el rey. El café es la exportación más lucrativa de Uganda. De los 6.600 millones de dólares de bienes exportados por Uganda en 2023, algo más de 1.000 millones procedían del café. El año pasado las ventas alcanzaron su nivel más alto en 30 años.
Para los adictos al café del mundo, Uganda es popular por dos granos muy distintos. El grano Robusta, con un alto contenido de cafeína, es fuerte y amargo. En cambio, su grano Arábica, más suave y a veces incluso afrutado, prospera en entornos más fríos y de mayor altitud, como la tierra natal de los gisu, en el monte Elgon.
El café es un cultivo que requiere mucha mano de obra. El trabajo, que abarca desde la siembra de las plantas hasta la recolección manual de las bayas y el procesado de los granos, es durísimo. En la industria cafetera de Uganda, son las mujeres las que suelen realizar las tareas más duras. Se encargan de la mayor parte del tedioso trabajo de campo como la recolección.
Sin embargo, el grueso de los beneficios siempre ha sido para los hombres. Ello se debe a que son ellos los que dominan la comercialización y venta del café; en otras palabras, controlan a dónde van a parar los ingresos. También poseen más del 80% de las tierras ugandesas.
Farm Africa, una organización benéfica que trabaja con agricultores de África Oriental, descubrió que las agricultoras de café de Uganda suelen ganar un 38% menos que los hombres.
Varias iniciativas recientes lideradas por mujeres gisu están empezando a nivelar el terreno de juego. Una de ellas es Bayaaya Specialty Coffee, una empresa iniciada en 2018 por Nandudu Meridah. Bayaaya es una palabra gisu que significa “sororidad”. Meridah, de 34 años, procede de una familia gisu de jornaleros del café mal pagados. Durante su infancia fue testigo de cómo las mujeres pobres gisu se veían obligadas a contraer matrimonios precoces y sufrían violencia doméstica. Cuando fundó Bayaaya, quería que se convirtiera en una organización que ayudara a sus trabajadoras a evitar esos peligros.
“Quería utilizar el negocio del café para empoderar económicamente a las mujeres, ya que muchas padecían la violencia de género”, explica Meridah. Bayyaaya emplea ahora a 253 agricultores, de los cuales 215 son mujeres. El año pasado vendieron 30 toneladas de café a grandes empresas exportadoras como Kyagalanyi y The Coffee Yard.
Las agricultoras de Bayaaya no solo reciben formación sobre las mejores prácticas agronómicas, sino también en ámbitos como la educación financiera. Las trabajadoras afirman que les ha ayudado a pagar la educación, la ropa y la atención médica de sus hijos.
La iniciativa es tan eficaz que Bugosi Emily, empleada de Bayaaya, está a punto de abrir su propia empresa de café. Emily, de 35 años, explica que su objetivo es liberarse de las normas culturales gisu, transformar su vida haciéndose económicamente independiente e inspirar a otros para que hagan lo mismo.
Nakayenze Sandra Kibooli tenía solo 22 años cuando, en 2018, creó su empresa, Kalaa Mugosi. Suministra a los agricultores máquinas despulpadoras que transforman las bayas de café en granos. “No fue una trayectoria fácil”, señala Kibooli. “Tuve que enfrentarme a la resistencia de los hombres y las mujeres de mi comunidad”. No solo se reían de ella sus parientes y vecinos varones, sino que los miembros más veteranos de la comunidad le advirtieron de que, al ir en contra de las tradiciones de la tribu gisu, traería mala suerte a su familia.
Todo cambió cuando su negocio de café empezó a despegar. “Cuando mi granja empezó a ir bien y ya ganaba más dinero, la actitud de la gente fue cambiando. En lugar de burlarse de mí, me respetaban por ayudar a mejorar la economía local”, afirma Kibooli.
Kalaa Mugosi también tiene un objetivo social más amplio. Además de vender máquinas despulpadoras, la empresa emplea a agrónomos que han enseñado a 2.000 agricultoras y 157 trabajadoras del café métodos para mejorar la calidad del café. Esto permite a los agricultores obtener precios más altos por su producto. Kalaa Mugosi incluso compra café a los agricultores para garantizarles un mercado.
“La formación que recibimos ha transformado nuestras prácticas agrícolas. La calidad de nuestro café ha mejorado y conseguimos mejores precios”, afirma Buhule Alice Loy, agricultora, que asegura que los ingresos adicionales han mejorado las condiciones de vida de su familia, ayudándoles a costearse una mejor atención sanitaria y una mejor educación.
Kisakye Joanna, agricultora de Kalaa Mugosi, afirma que ha ganado lo suficiente secando café como para comprar una pequeña parcela de tierra propia, que ahora cultiva para ganar más dinero. Esto le ha ayudado a pagar la comida, la ropa y las tasas escolares de sus hermanos pequeños. “Antes de unirme a Kalaamugosi, lo pasaba mal para llegar a fin de mes. Ahora puedo permitirme la vida que quiero”, asegura Joana, de 26 años.
Otro buen ejemplo es la iniciativa Jenda Coffee Masters, fundada por Nabutewa Elovinah Lillian en 2020. La empresa enseña a los agricultores formas de cuidar adecuadamente las plantas de café y las mejores prácticas para la cosecha, es decir, cosas como cuándo recoger las bayas de café de color rojo brillante y cómo fermentarlas y secarlas cuidadosamente para maximizar la calidad, pasos cruciales que determinan si pueden venderse como café especial, lo que aumenta su valor.
Al parecer, esta atención al detalle ha convertido su café en un éxito. Tras cuatro años de funcionamiento, Jenda Coffee Masters ahora da trabajo a 750 agricultores que producen 17 toneladas de café y unos beneficios anuales de 119.397 dólares, relata Lillian.
Para Kibooli, el negocio del café es algo más que una fuente de ingresos: “Se trata de cambiar mentalidades y transformar vidas. No solo cultivamos café. Cultivamos un nuevo futuro para nuestras comunidades”, remacha.
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Fuente EL PAIS