Mundo

Más allá del relato masculino: las chilenas que narraron su exilio durante la dictadura de Pinochet | Planeta Futuro

Mientras la periodista y antropóloga Carolina Espinoza Cartes (Concepción, Chile, 50 años) investigaba para su tesis doctoral sobre exiliados chilenos en España tras el golpe de Estado del 1973, se dio cuenta de que los testimonios masculinos y femeninos que recogía eran diferentes entre sí. “El relato del hombre era más heroico, tenía relación con su experiencia previa a la represión y, sobre todo, siempre había un componente épico. Sin embargo, el de las mujeres era un testimonio completamente transversal, muy horizontal, que tenía que ver con aspectos más allá de la situación política, que en algunos casos se había vivido entusiastamente y en otros un poco más de lejos”, cuenta. Ellas hablaban de la situación laboral al llegar, de sus familias, de cómo fue empezar de cero en el país de acogida. De las trabas del día a día y de las redes que tejieron en sus nuevas ciudades. También del activismo político y la resistencia a la dictadura desde el extranjero y de cómo manejaron la posibilidad del no retorno a Chile.

Esos relatos del exilio desde el punto de vista de las mujeres fueron el germen de una investigación que, de 2018 a 2023, llevó a Espinoza y al fotógrafo chileno Ignacio Izquierdo a viajar por distintos países para entrevistar a más mujeres en la diáspora. En total, 60 testimonios de chilenas que se fueron tras el golpe de Estado de Pinochet y nunca regresaron. Esas historias cristalizaron en una exposición fotográfica, que se transformó en 2024 en el libro Exiliadas (Editorial Cuarto Propio), que ahora ha sido publicado en España dentro de la Colección Historia Memoria de La Parcería Edita, con prólogo de la arqueóloga e historiadora Esther López Barceló. Además, la muestra podrá verse en el centro cultural La Parcería a partir del 13 de febrero.

Mi email está plagado de mujeres, no solamente chilenas, españolas también, que han descubierto el pasado exiliar de sus abuelas o bisabuelas y quieren hablar de ello, preguntar y aprovechar que todavía tienen a sus abuelas vivas

Carolina Espinoza Cartes, periodista, antropóloga y autora de ‘Exiliadas’

La publicación ordena los testimonios de las mujeres alrededor de seis ejes: la llegada al país de acogida, la familia, las relaciones afectivas, trabajo y estudio, militancias y activismo político y la posibilidad —o no— del retorno. Detrás de cada fragmento, explica la autora, hay horas de conversaciones, “mucha observación y escucha”. “En algún momento tienes que preguntar por cosas de las que sabes que va a haber silencios. Pero, a lo mejor, existe una remota posibilidad de que como han pasado 40 o 50 años de esa situación de violencia política, quizá este sea el momento de hablar”, cuenta Espinoza, que aclara que no quería que el tono del libro fuera “victimista” pero tampoco “buenista”, en el sentido de “presentar al migrante como una persona que supera su destino y se sobrepone”.

Carolina Espinoza Cartes, antropóloga, periodista y autora del libro ‘Exiliadas’, sobre las mujeres chilenas exiliadas durante la dictadura de Pinochet, en una imagen tomada en Madrid, el 10 de enero.Pablo Monge

Algunas de estas mujeres eran adultas cuando se exiliaron, pero otras abandonaron Chile de niñas y crecieron escuchando hablar de un país “del que han oído las cosas más bonitas, como los paisajes, pero también las cosas más terribles, como la tortura o la persecución”, resume Espinoza. También fueron testigos del trauma de sus familias. “Crecí viendo a mi abuelo, que fue torturado, luchar con sus demonios. El silencio en torno a su historia hizo que esto fuera aún más terrible”, dice Carole Concha, exiliada en Reino Unido. Son ellas, las nietas, las que hoy en día están destapando todos esos silencios familiares. “Mi e-mail está plagado de mujeres, no solamente chilenas, españolas también, que han descubierto el pasado exiliar de sus abuelas o bisabuelas y quieren hablar de ello, preguntar y aprovechar que todavía tienen a sus abuelas vivas”, explica la antropóloga.

Echar raíces y construir hogar

Según Espinoza, los testimonios de estas mujeres también rompen con la figura del exiliado, entendida como aquella persona con la maleta hecha detrás de la puerta, lista para regresar a su país. “Ellas fueron el cable a tierra. Dijeron, oye, esto puede durar dos meses, pero a lo mejor 17 años, como pasó finalmente, y hay que aprender el idioma, escolarizar a los niños, si los hay, y aprender un trabajo, si no lo tenían”, explica la investigadora, que incide en esa construcción de un hogar en el exilio. “Nada tiene que ver con la tradwife [abreviatura de ‘esposa tradicional’ en inglés] de ahora, sino con una situación mucho más compleja y mucho más profunda, que es la de echar raíces”, añade.

Ese echar raíces que iba desde colocar un cuadro de Salvador Allende o de Violeta Parra en el piso nuevo, hasta invitar a todo el edificio al cumpleaños de sus hijos, como cuenta en el libro Cristina Alarcón, exiliada en Barcelona: “A mí me criticaban porque cuando hacía el cumpleaños de las niñas invitaba a todos los niños de la escalera y me decían, ¿tú estás loca? Yo digo, no, porque en mi país la gente celebra los cumpleaños más que los santos y mis hijas no tienen familia acá”.

Sus historias también sirven como un análisis antropológico de los países en los que se integraron, así como de los choques culturales que se encontraron. Leandra Bruner, exiliada en Noruega, cuenta que al asistente social que venía a visitarlos al poco de instalarse le parecía muy raro que se ducharan todos los días: “Nos dijeron que no era bueno para la piel”. Pilar Santana, exiliada en Madrid, destaca que una de las cosas que más le impactó al llegar en 1977, fue ver que muchas mujeres mayores vestían de negro. También “la pacatería” con la que se llevaba en público una relación de pareja en esos años. “Tuve un novio español y cuando íbamos en el metro, lo abrazaba y lo tomaba de la mano y él me decía ‘suéltame mujer que estamos en público”.

Algunas de las mujeres habían estado implicadas directamente en la política chilena y otras no, pero a muchas, el exilio les hizo conectar con su activismo. En España las exiliadas se integraron en el movimiento feminista y en el tejido político de un país que estaba despertándose después de 40 años de dictadura. El libro repasa figuras clave para los derechos de la mujer, como la abogada chilena Alicia Herrera pionera en la lucha contra la violencia machista, o cuenta cómo Marina Caballero, exiliada en Barcelona que trabajó de encuestadora puerta a puerta, pudo conocer de primera mano la situación de muchas mujeres en sus casas. “Le abrían la puerta y se desfogaban con ella. Lo último que hacían era la encuesta. Se tomaba un café con ellas y podía constatar que la situación de las mujeres de finales de los setenta, no de aquellas que luchaban en la calle o las jóvenes, sino de la mujer de mediana edad, era terrible”, explica Espinoza.

Las arpilleras como epifanía

Los dos últimos capítulos reflejan las diversas estrategias que usaron estas mujeres para narrar la herida del exilio. Algunas se aferraron a dos tablas de salvación: la palabra y el bordado. Por un lado, contaron las torturas, la represión y sus experiencias como exiliadas a través de autobiografías, poesía o el periodismo. Y, por el otro, utilizaron el textil para dar salida a esos sentimientos y vivencias que no podían contar, ni con palabras, ni con canciones.

Las bordadoras se inspiraron en el tejido de arpilleras. Estas composiciones bordadas sobre tela de saco en las que se combinan trozos de tela y diversas puntadas nacieron en Chile durante la dictadura y sirvieron como instrumento para expresar lo que estaba ocurriendo en el país. Cuarenta años después, las mujeres exiliadas tomaron el testigo de este arte nacido en los setenta para narrar todo lo vivido fuera de Chile.

Arpillera de Nivia Alarcón que relata la experiencia del exilio. Fotografía cedida por el proyecto Exiliadas.
Arpillera de Nivia Alarcón que relata la experiencia del exilio. Fotografía cedida por el proyecto Exiliadas.

Para algunas, como Nivia Alarcón, exiliada en Francia, las arpilleras supusieron una epifanía. “Todos estos recuerdos amargos habían quedado almacenados en mi mente y no afloraron hasta 2013, un día en el que, estando en Chile, visité el Museo de la Memoria y su colección de arpilleras de la resistencia, hechas por las familiares de detenidos desaparecidos. Estallé en llanto y dije: esto es lo que tengo que hacer, contar todo lo que viví a través de la arpillera, no puedo hablar, no puedo cantar, pero puedo bordarlo”, explica esta mujer en el libro. Como explica Espinoza, “el bordar y el coser siempre han sido algo del ámbito de la intimidad. Por tanto, a partir de ese espacio seguro, esas mujeres han podido hablar de lo bueno y de lo malo, pero sin tener el sesgo juzgador de un varón que te dice, bueno, cállate, eso no fue así”.

Un espacio para la esperanza

Pese a que en el libro se narran historias terribles, de tortura, abusos y represión, también hay espacio para la esperanza, el gozo y las pequeñas alegrías cotidianas. La antropóloga cuenta que, cuando se apagaba la grabadora, algunas de estas mujeres le confesaban experiencias íntimas. “Me hablaban, por ejemplo, del goce, de los amantes y de los novios que habían tenido o de sus nuevos maridos después de separarse”, detalla. “Como si quisieran decir, bueno, yo no fui exclusivamente víctima. Yo también lo pasé bien. También tuve unas experiencias que quizá, a lo mejor, si me hubiera quedado como ama de casa en Chile o haciendo lo que me decía el partido, tampoco hubiera disfrutado”, añade. “Eso, en algunos casos, lo han vivido con un dejo de culpa. Como que la figura del exiliado tiene que tener un dejo de tristeza”, explica.

Espinoza recuerda que, al inicio del proyecto, cuando tomaban las imágenes para la exposición, algunas preguntaban si podían salir sonriendo en la foto. “Y esa pregunta decía mucho. Durante muchos años, tanto por los medios, pero también por el sistema político que después vino en Chile, se ha visto la figura del exiliado desde el dolor. Y es eso, pero también son muchas cosas más”, resume.

Fuente EL PAIS

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba