En 2008 se vivió la campaña de primarias entre Barack Obama y Hillary Clinton por la nominación demócrata. Los asesores de Obama, con David Axelrod al frente, descubrieron en uno de sus estudios con grupos de discusión a unas acérrimas partidarias de Obama, de raza negra, que pensaban apoyar a Clinton. Cuando les preguntaron la razón de su posición, explicaron que eran conscientes de que iba a ser muy difícil que una mujer llegara a la presidencia, pero que estaban convencidas de que era absolutamente imposible que un negro lo pudiera conseguir.
El reto de Kamala Harris es posiblemente el más complicado al que ha debido enfrentarse una candidatura en las elecciones norteamericanas desde que George Washington fuera elegido presidente en 1789. Una mujer, y además negra, luchando contra todos los prejuicios machistas y racistas acumulados a lo largo de la historia de una nación que ha ido incorporando la igualdad y los derechos civiles tras una sangrienta y dolorosa lucha. En contra de Harris, el odio, el rechazo y la furia desatada por Trump. A su favor, millones de mujeres, minorías raciales y hombres blancos que creen que Estados Unidos está a las puertas de elegir entre lo mejor y lo peor que le puede suceder a la primera potencia del mundo libre.
La absoluta polarización del electorado estadounidense deja cada vez menos espacio a los indecisos. Republicanos y demócratas forman dos grupos irreconciliables de similar peso electoral. Antes de acabar su mandato como presidente en 2020, Trump indultó a Roger Stone, que había sido condenado a tres años de prisión por su implicación en el robo y difusión de mails que se utilizaron contra Hillary Clinton. Stone está considerado como uno de los hombres que mayor influencia ha tenido en la creación de la figura política de Donald Trump.
Entre sus técnicas estableció la clave para entender el funcionamiento de la polarización como estrategia electoral: la regla del 51%. Consiste en entender que no existe elemento más motivador y movilizador que la extensión del odio. Sirve para crear un grupo de adeptos inquebrantables y un bloque rival al que no merece esfuerzo alguno prestar atención. La idea es conseguir partir la sociedad y luego focalizar toda la actividad de propaganda en el reducido 1% necesario para desequilibrar la balanza.
La campaña de Donald Trump ha sido absolutamente negativa. Su tono despectivo y provocador ha aumentado semana a semana. El eje de sus embestidas ha sido, por encima de todo, la descalificación total de su rival. En segundo lugar, un discurso antiinmigración que ha sido constante y penetrante durante estas últimas semanas. Estos días, se ha sabido que en el equipo de Trump hay ya abogados preparando el escenario de respuesta legal ante una posible derrota para que en esta ocasión quienes promuevan la protesta no acaben en prisión.
Kamala Harris ha intentado jugar apoyada en varios frentes de batalla. El más importante y el más transversal ha sido el de buscar el voto de las mujeres. Los otros dos sectores que más han trabajado los demócratas han sido los jóvenes, que se prevé que voten mayoritariamente por Harris, y las minorías raciales más numerosas, particularmente negros y latinos. Los demócratas han intentado mantener el tono de ilusión y esperanza que promovieron tras la designación de Harris.
Al final, el resultado electoral va a quedar en manos de muy pocos miles de estadounidenses que decidirán entre algo más que dos candidatos. Tendrán que elegir entre dos maneras de entender la política actual. Dos direcciones opuestas a la hora de decidir el futuro inmediato del mundo que nos espera.
Fuente EL PAIS