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Por qué la ONU afirma que en Afganistán hay un “apartheid’ de género” | Planeta Futuro

Dos años después de que los talibanes entraran en Kabul tras la retirada de las tropas estadounidenses y de sus aliados, la ONU cree que las afganas podrían ser víctimas de un “apartheid de género”, un duro término que define el acoso sin tregua y la progresiva reducción de los derechos más elementales por el simple hecho de ser mujer.

“Las mujeres y niñas en Afganistán están padeciendo una discriminación grave que podría constituir persecución por motivos de género, considerado un crimen de lesa humanidad, y que podría denominarse apartheid de género. Las autoridades de facto parecen estar gobernando usando una discriminación sistemática, con la intención de someter a mujeres y niñas a una dominación total”, aseguró Richard Bennett, relator especial sobre la situación de los derechos humanos en Afganistán, que visitó el país en abril y mayo para presentar en julio un informe al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

“En ningún otro punto del planeta se ha producido un ataque tan generalizado, sistemático y global contra los derechos de las mujeres y niñas como en Afganistán”, agregó en la presentación del informe Dorothy Estrada-Tanck, presidenta del grupo de trabajo sobre la discriminación contra las mujeres y las niñas y coautora del estudio.

Los derechos de la mujer afgana ya retrocedieron de forma alarmante entre 1996 y 2001 durante el primer régimen talibán. Pero, desde 2001 y hasta hace dos años, las mujeres habían reconquistado su lugar en la sociedad en prácticamente todo el país, salvo en áreas rurales más tradicionales. Los derechos de la mujer también fueron reconocidos en la Constitución de 2004 y en la ley para eliminar la violencia contra las mujeres, de 2009.

Hoy, Afganistán ocupa el último lugar (170º) en el último Índice Global de Paz y Seguridad de las Mujeres, elaborado por el Instituto de Georgetown para las Mujeres, Paz y Seguridad y el Instituto de Investigación de la Paz de Oslo (PRIO, por sus siglas en inglés). Según un comunicado conjunto de varias ONG internacionales publicado esta semana, los talibanes han emitido desde 2021 un total de 75 edictos que restringen la participación de las mujeres en la vida pública.

Pese a todo, hay afganas que se juegan la vida cada día para rebelarse contra esta privación de derechos: dando clase a escondidas, prestando asistencia legal a otras mujeres de manera clandestina, informando sobre lo que ocurre en el país o protestando en las calles.

Una mujer vestida con burka camina por una calle de Kabul, el 14 de agosto.SAMIULLAH POPAL (EFE)

Estas son algunas de las razones que sustentan la afirmación de la ONU sobre un “apartheid de género” en Afganistán:

Porque se priva a las mujeres del derecho a estudiar

Ninguna niña de más de 12 años puede ir a la escuela o la universidad en Afganistán en este momento. La ONU subraya que Afganistán es “el único país en el mundo” donde esto ocurre. Primero, los talibanes cerraron a las mujeres las puertas de los institutos de secundaria y, en diciembre de 2022, les prohibieron el acceso a la universidad. Las imágenes de estudiantes volviendo a sus casas llorando, con sus libros en la mano, dieron la vuelta al mundo y provocaron la condena internacional, pero no cambió nada. La ONU ha denunciado en estos días que, de facto, hay autoridades en varias provincias que han prohibido que las niñas acudan a la escuela a partir de los 10 años.

En sus primeros meses en el poder, los fundamentalistas aseguraron que la prohibición sería temporal y adujeron que estaban preparando un “ambiente adecuado” en los centros educativos, es decir, garantizando la estricta separación de sexos. El argumento sonó a mero pretexto, porque los chicos y las chicas ya se sentaban separados en los institutos.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el 80% de las niñas y las jóvenes afganas de edad escolar —unos 2,5 millones de personas— se ven privadas de educación en este momento. Casi el 30% de las niñas afganas nunca han ingresado en la enseñanza primaria. “Las flagrantes violaciones al derecho fundamental a tener acceso a una educación de calidad tendrá consecuencias de por vida en las mujeres afganas”, alerta la ONU.

Ante esta prohibición, han proliferado escuelas clandestinas, que se presentan como centros de estudio del Corán para niñas y en las que profesores voluntarios siguen dando clase de Historia, Gramática o Matemáticas a centenares de chicas.

Porque se les han cerrado las puertas del mundo laboral

En estos dos años, las mujeres afganas han desaparecido de la noche a la mañana de la mayoría de puestos de trabajo: tribunales, prensa, comercios, organizaciones humanitarias… Oficialmente, los talibanes aluden también a la necesidad de un “ambiente adecuado” para que puedan seguir ejerciendo.

A finales de 2022, los fundamentalistas obligaron a todas las ONG a dejar de emplear a las más de 50.000 trabajadoras afganas, alegando que habían recibido “graves denuncias” contra algunas de las empleadas, que no respetan el rígido código de vestimenta islámico que los talibanes quieren imponer. En abril de este año, vetaron a las empleadas locales de la ONU, con algunas excepciones, como el área de sanidad. “Hacen falta mujeres para dar ayuda a las mujeres”, lamentó un portavoz de la institución, que da trabajo a unos 3.300 afganos y afganas.

Pese a que este veto se opone a sus principios fundamentales, la ONU ha decidido seguir estando presente en Afganistán y mantener la ayuda humanitaria de la que dependen más de 28 millones de afganos, es decir, dos tercios de la población.

Porque se les priva del ocio

Las mujeres no pueden vestir como quieren, deben cubrirse y en muchos casos usar burka, una túnica que les tapa integralmente. Además, tienen que ir prácticamente siempre acompañadas por un familiar masculino y no tienen derecho a disfrutar de casi ninguna actividad de ocio como acudir a un parque o hacer deporte. Uno de los últimos reductos de relax para las mujeres eran las peluquerías y salones de belleza, pero recibieron la orden de cerrar a finales de julio. Miles de afganas que trabajaban en estos lugares se vieron privadas además de su forma de ganarse la vida.

Este entorno asfixiante repercute en la salud mental de las mujeres y niñas y existen informes sobre aumento de los casos de depresión y suicidio, especialmente entre las chicas adolescentes, señala el informe de la ONU.

Afganos refugiados en Pakistán se manifiestan contra los talibanes en Islamabad, el 15 de agosto.
Afganos refugiados en Pakistán se manifiestan contra los talibanes en Islamabad, el 15 de agosto.SOHAIL SHAHZAD (EFE)

Porque se les priva del derecho a la salud

Las restricciones contra las mujeres también limitan su acceso a la atención sanitaria, con graves consecuencias para su salud y sus derechos sociales y reproductivos, en un país donde el sistema sanitario ya funcionaba con dificultad debido a la pobreza y los años de guerra.

“Dado que las niñas y las mujeres solo pueden ser atendidas por doctoras, a menos que las restricciones (laborales y de movimiento) se reviertan rápidamente, existe un riesgo real de que se produzcan múltiples muertes evitables, lo que podría equivaler a un feminicidio”, sostiene el estudio de la ONU.

Las mujeres también tienen un acceso limitado a los anticonceptivos. Ha habido talibanes que consideran que estos métodos son contrarios a la sharía o ley islámica y otros “han impedido la distribución de anticonceptivos por parte de agentes humanitarios”, dice la ONU.

Porque se las deja legalmente desprotegidas

Todas estas restricciones han tenido como efecto rebote un aumento de la violencia conyugal e intrafamiliar contra las mujeres y niñas, en un país donde, ya en 2017, la oficina de estadísticas denunció que más del 50% de las afganas de entre 15 y 49 años habían sufrido violencia de género al menos una vez en su vida. Actualmente, las mujeres están más desprotegidas que nunca. “La ausencia de un sistema legal claro y previsible en Afganistán contribuye a perpetuar la violencia contra las mujeres y a la falta de rendición de cuentas para los autores”, lamenta la ONU en su informe.

La ley para erradicar la violencia contra las mujeres fue abolida, las juezas encargadas de este tipo de casos ya no pueden trabajar y en su lugar se ha puesto a líderes religiosos sin experiencia en la materia. Tampoco hay abogadas, puesto que las letradas mujeres no pudieron renovar sus permisos para ejercer.

Entre los testimonios recabados por la ONU hay varios de afganas que quisieron divorciarse tras sufrir abusos y que escucharon en el tribunal frases como “no deberías quejarte”, “probablemente mereces que te peguen” o “estos asuntos deberían permanecer en el ámbito familiar”. Los fundamentalistas también han introducido el uso de castigos físicos crueles e indignos, como lapidaciones y flagelaciones de mujeres, en una clara violación de las normas internacionales de derechos humanos.

Además, organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado un preocupante aumento de los matrimonios infantiles. La trágica situación humanitaria hace que para muchas familias la opción sea vender una hija o permitir que muera de hambre.

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