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Una de las primeras alcaldesas afganas vuelve a territorio talibán: “Lo arriesgo todo porque creo que hago lo correcto” | Planeta Futuro

Zarifa Ghafari, una de las primeras alcaldesas afganas, posa para un retrato en Kabul el pasado mes de marzo.Thibault Lefébure

Llega con prisa y sin aliento al hotel de Kabul donde ha pedido que se haga la entrevista. Le sigue el director que rueda un documental sobre ella para Netflix, titulado In Her Hands (en sus manos). A su izquierda, la escritora que le ayudará a convertir sus vivencias en un libro autobiográfico, Zarifa: A Woman’s Battle in a Man’s World (Zarifa: la batalla de una mujer en un mundo de hombres). Hoy, los dos proyectos ya han sido anunciados, porque el encuentro se produce en marzo, poco después de que se cumplan seis meses de la vuelta al poder de los talibanes.

Es la primera vez que Zarifa Ghafari (30 años, Afganistán), una de las primeras mujeres alcaldesas de Afganistán, vuelve a su país tras aquel agosto traumático del año pasado, cuando tuvo que huir a escondidas hasta Alemania junto a su familia. El regreso, lejos de verse solo como un logro, ha suscitado polémica en las redes. Algunas voces críticas la acusan de que con su vuelta da a entender que la situación en Afganistán no es tan peligrosa y blanquea a los talibanes.

Ella se defiende. El trabajo de Ghafari en los últimos años no ha sido bien visto por los fundamentalistas. Fue alcaldesa en Maidan Shahr, una pequeña ciudad a 45 kilómetros al suroeste de Kabul, capital de la provincia de Vardak. Era 2018 y tenía 26 años. Pese a los múltiples obstáculos de una sociedad que no lo veía con buenos ojos, mantuvo el cargo hasta que fue ascendida –pocos meses antes de agosto de 2021– a una de las oficinas civiles del Ministerio de Defensa afgano. Su padre, veterano militar en las Fuerzas Especiales del antiguo Gobierno, fue asesinado en 2020 presuntamente por los talibanes. Ella cuenta que recibió amenazas en repetidas ocasiones. Aun así, asegura que asume los riesgos y mantiene el compromiso con su país. Por ello, quiere que su vida transcurra entre Europa, donde continúa residiendo su familia, y Afganistán, donde el día antes de la entrevista inauguró un centro, financiado mediante donaciones, en el que las mujeres reciben educación gratuita y realizan talleres de artesanía y sastrería, entre otras actividades. Su objetivo a largo plazo es que estos centros existan en las 34 provincias afganas.

Pregunta. ¿Cómo empezó en la política para llegar a convertirse en alcaldesa en un país tan difícil como Afganistán?

Respuesta. Siempre quise trabajar con, entre y para las personas. Llegar al trabajo gubernamental y asumir una responsabilidad en el Gobierno no fue ningún intento de llegar a la política. Pero desde niña quise hacer algo grande. Para eso comencé en el Parlamento juvenil de Afganistán después de graduarme de un máster en Economía en la India. Monté una emisora de radio con quien es ahora mi compañero de vida, más tarde comencé una organización y luego me apunté a un proceso para ser alcaldesa.

P. ¿Cómo recuerda el tiempo como alcaldesa?

R. Realmente impresionante. En tres años crecí a una velocidad que me ayudó a desarrollar no solo mi carrera, sino a aprender sobre mi propia sociedad, mi país y los deseos de mi gente. Siempre quise hacer muchísimas cosas para otros sitios, aunque no podía porque estaba bloqueada en el contexto de la ciudad. Cuando dejé el cargo, cuatro meses antes de la caída de Kabul, tenía el deseo de que me sucediera otra mujer.

P. Ser alcaldesa debió ser muy complejo de cara a la sociedad local.

R. Cuando era alcaldesa, un pequeño problema dentro de la ciudad se convertía en un gran desastre para todo el mundo y recibía una gran cantidad de ataques, en las redes sociales, en eventos… “Oh, la alcaldesa no trabaja, no es capaz”. Ahora mismo todo es un gran desastre y nadie está diciendo nada. Esto me hace pensar que me criticaban porque yo era solo una mujer.

P. Además, tuvo que afrontar amenazas de los talibanes.

R. Sí, he sido atacada tres veces y mi padre fue asesinado –por la información que recibimos del anterior Gobierno, a manos de los talibanes–. Tuve que lidiar con muchas cosas como alcaldesa de una ciudad muy conservadora de Afganistán. Primero, crear la confianza entre mí y la gente. Segundo, lidiar con las ideologías extremistas de aquellos que, cuando hablaban con mujeres, lo único que tenían en mente eran cocina y bebés. Hablar con ellos y darles órdenes era muy problemático. La inseguridad que provocaban los talibanes, tener la mafia dentro de la ciudad, con un equipo de gobernadores locales muy corruptos dentro de la oficina, me generaba grandes dolores de cabeza.

P. El mayor dolor de cabeza llegó en agosto del año pasado. ¿Cómo vivió la toma de Kabul?

R. El 15 de agosto a las 11.30 todavía estaba en mi oficina, aquí en Kabul, en el Ministerio de Defensa. No era capaz de creerlo. Lo asimilé en medio de la noche, cuando Al Jazeera mostró imágenes en vivo desde dentro del palacio presidencial. No fue por el cambio de Gobierno, porque para mí no importa quién es el rey o qué Gobierno hay. Se trata de mis derechos, de mi trabajo, de mis luchas. Vi cómo un gran cambio afectaba a mi vida, a la de mi padre… Mis hermanas no pueden disfrutar de una vida libre, yo no puedo caminar como una ciudadana normal por las calles. Ese fue el momento en que rompí a llorar. No pude dormir en toda la noche.

P. Decidió hacer las maletas y huir.

R. Dejé el país para dar a mi familia un refugio seguro. Llegamos al aeropuerto con el apoyo de la embajada turca. Fue difícil, me puse el hiyab negro y escondí el rostro. Del aeropuerto fuimos a Islamabad, la capital de Pakistán, y de allí hasta Turquía. Llegué a Alemania el 22 de agosto con toda mi familia. Tras la muerte de mi padre, yo era la responsable, ya que soy la mayor. Mi madre tenía tres años cuando perdió a su padre y acababa de perder a su marido. No quería que ellos pagasen por mis decisiones.

P. Ha regresado por primera vez con los talibanes ya establecidos en el poder. ¿Qué sensaciones tiene?

R. Admito que hay muchos problemas. Pero otras cosas te dan el poder de la autorresistencia. He visto a las chicas cruzando la puerta de la Universidad de Kabul y me ha dado muchísima energía, ha sido una gran medicina para todo este dolor. Al mismo tiempo, he visto a mujeres mendigando por comida en la calle. Si pudieran ir a una oficina, a cualquier tipo de oficina, y trabajar, quizás tendrían para comer, al menos una vez al día.

“Fui a la televisión nacional y pedí a los talibanes que liberaran a todas las mujeres prisioneras. Nadie se atreve a hacer esto”

Zarifa Ghafari, una de las primeras mujeres en convertirse en alcaldesa en Afganistán

P. Las alumnas de secundaria no han podido regresar a las escuelas. ¿Podría ser el caso también de las universitarias?

R. Ya veremos qué viene. Por ahora, esa visión de mujeres entrando en la universidad me ha dado fuerza para resistir. La gente –especialmente desde fuera de Afganistán– habla de la resistencia armada, de guerra… pero creo que la resistencia mediante la educación funciona mejor. A veces no tienes que morir con un arma: simplemente, te preparas y sales de casa. Como yo, que lo arriesgo todo. No es fácil. Volví, estoy aquí y hasta ahora no me ha pasado nada. Pero claro que veo muchos problemas y dificultades, y voy a hablar de ellos. Como ayer: en una entrevista en el canal nacional de televisión afgano me preguntaron sobre los derechos de las mujeres. Pedí a los dirigentes talibanes que liberaran a todas las prisioneras. Nadie se atreve a hacerlo. No me importa, lo arriesgo todo porque creo que hago lo correcto. Así es como tenemos que resistir.

P. Para volver a Afganistán, ¿ha tenido que llegar a algún acuerdo para garantizar su seguridad?

R. Para volver a mi propio hogar no necesito hacer acuerdos con nadie. Ya le he dicho a todo el mundo, en todas las entrevistas desde que estoy aquí, que si alguien es capaz de probar que he tenido algún tipo de acuerdo con los talibanes, estoy lista para pagar lo que me pidan. Pero no necesito hacerlo: es mi país. Por supuesto, los talibanes saben que estoy aquí, he pasado el control de inmigración al llegar a Kabul.

P. Ha habido algunas críticas en las redes sociales sobre su vuelta a Afganistán.

R. Hay muchos rumores a mi alrededor, especialmente de aquellos que se encuentran fuera. La gente cree que gano mucho dinero de los donantes y que por eso he vuelto, quizás para dárselo a los talibanes. Pero muchas mujeres aquí creen en lo que hago. Lo que he dicho en los últimos días en Afganistán es lo mismo que he dicho desde que salí del país, desde la caída del anterior Gobierno.

P. El país se encuentra bloqueado por las sanciones internacionales a los talibanes. ¿Querría lanzar algún mensaje a la comunidad internacional, a los gobiernos extranjeros o a las oenegés?

R. Me gustaría que la comunidad internacional prestara atención. Comparto el dolor del pueblo ucranio, siento dolor por Ucrania y por su gente; pero al mismo tiempo, la misma crisis está sucediendo en mi país. Necesitamos las ayudas para entregarlas a la gente sobre el terreno, especialmente a esas mujeres que no tienen a nadie que se preocupe por ellas.

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