Entre Noruega y Nueva York hay casi 6.000 kilómetros de distancia, pero hubo un momento, a finales del siglo XIX, en la época victoriana, en el que pareciera que una corriente telúrica los había conectado con un chispazo. Ese destello lo protagonizaron, por un lado, Marie Høeg y Bolette Berg y, por otro, Alice Austen. A uno y otro lado del Atlántico Norte, estas tres mujeres se interesaron por la fotografía y, más allá de técnicas o intención documental, la emplearon como divertimento, que incluía hacer deporte, fumar o disfrazarse de hombre, con una intención reivindicativa de la libertad de la mujer, para hacer lo que les placiera y amar a quien quisieran.
Esa conexión es evidente para quien se acerque a dos exposiciones de fotografía en Madrid: Como un torbellino, en el Círculo de Bellas Artes, hasta el 24 de agosto, y Alice Austen. Deshacer el género, en el Museo del Romanticismo, hasta el 3 de septiembre, ambas en la programación de PHotoEspaña, que en la edición de este año tiene a la mujer como uno de sus ejes temáticos.
A este interés por la fotografía hecha por mujeres y sobre mujeres en el victorianismo se suma la publicación de un libro, Querida Theresa (editorial Comisura), con imágenes que tomó una fotógrafa desconocida, Theresa Parker Babb (1868-1948), entre 1898 y 1901 en Camden (Maine, EE UU), con unas estampas similares: con sus amigas bebiendo un refresco a morro, vestidas de hombre o posando sin inhibición en excursiones. La ya exdirectora de PHotoEspaña, Claude Bussac, en uno de sus últimos actos tras 17 años al frente de festival, auguró en la presentación de la exposición de Alice Austen que “se seguirán encontrando este tipo de archivos porque han estado en el olvido, y hay mucho por investigar aún”.
En las cerca de 40 fotos de la primera muestra, en el Círculo, hay humor, con fotos como en la que Marie Høeg y su hermano Karl se cruzan los papeles. Ella vestida de hombre, él de mujer. Se les ve pasándolo bien. O la propia Bolette con bigotazo, gorra y abrigo, en una imagen que es además el cartel de esta edición de PHotoEspaña. Marie y Bolette se habían conocido en Finlandia, donde la primera dirigía dos estudios de fotografía. “Fueron fotógrafas y socias de un negocio de venta de postales y libros”, explicó en la presentación de la exposición la comisaria, Kristin Aasbo. La primera, que posa en otra foto disfrazada de explorador, como si fuera su compatriota Amundsen, fue además agitadora social y sufragista, y alcanzó renombre a nivel nacional.
También fue activista Berg, “aunque se sabe menos de su vida”, añadió Aasbo, directora del Museo Preus, una institución que se ocupa de la fotografía en Noruega, en la ciudad de Horten, donde precisamente trabajó el dúo como fotógrafas entre 1894 y 1903. El título de la exposición está vinculado a esos años, en los que se decía de Hoeg que “llegó como un torbellino y despertó al aletargado Horten”.
En una de las vitrinas están también las tarjetas de visita que comercializaban. Este formato se popularizó en Europa y Estados Unidos en el último cuarto del siglo XIX. La carte de visite era un pequeño retrato de estudio que los burgueses se intercambiaban en los salones victorianos como tarjeta de presentación. Una distinción para quien lo tenía, y un negocio para los fotógrafos.
En Horten hacían también retratos convencionales, reproducciones de obras de arte y paisajes, bellas vistas de las costas noruegas que convertían en postales. La sorpresa llegaba cuando se retrataban en el ámbito privado, o a sus familias, riéndose del puritanismo y la hipocresía de entonces, practicando el travestismo. Más adelante se instalaron en Oslo, donde montaron su editorial.
Sin embargo, no fue hasta los años setenta del pasado siglo cuando estas fotos secretas salieron a la luz. El Museo Preus adquirió en una subasta parte del legado Berg & Høeg. Entre las cajas había dos con la etiqueta “privadas”. En su interior, las divertidas tomas en las que cuestionaban los roles decimonónicos de la feminidad. Esta es la primera ocasión en que pueden verse algunas de estas fotografías fuera del país nórdico, destacan en PHotoEspaña. El mundo íntimo de dos mujeres que también fueron pareja y se fotografiaron en poses teatrales, sin sospechar que muchos años después podrían contemplarlas así los visitantes de una exposición.
También quiso romper con el encorsetado papel que la sociedad dejaba a la mujer la estadounidense Alice Austen (1866-1952), que documentó, además, la gran transformación de Nueva York. Fotógrafa precoz gracias a que un tío suyo, Oswald, había traído una cámara desde Alemania y otro tío, Peter, le enseñó a revelar con solo 11 años, Austen tomó casi 8.000 fotografías a lo largo de su vida. “Esto facilitó que su producción fuera muy variada, desde el mundo de los obreros a la vida interior”, dijo en la presentación la comisaria, Maíra Villela. Sin embargo, uno de sus campos favoritos fue el de las relaciones homosexuales entre mujeres, que mostró de forma explícita, en especial en un selecto club al que acudían. La adinerada familia de Austen era dueña de una casa de subastas.
Como sus colegas noruegas, Austen y sus amigas se retrataron de hombres (”por pura diversión”, decía) o montando en bicicleta, en imágenes poéticas, muy escenificadas. Las ilustraciones del libro Bicycling for Ladies, de Marie E. Ward, publicado en 1896, se basaron en las fotos que tomó Austen. Algunas de estas pueden verse en la exposición.
Alice vivió con su pareja, la bailarina Gertrude Tate. Una relación de cinco décadas, tres de ellas en Clear Comfort, la casa de campo victoriana de los abuelos de Alice y que hoy es sede de la Casa Museo de Alice Austen, “un lugar de referencia de la historia LGTBQ en Estados Unidos”, señalan en el Museo del Romanticismo. El Crac de 1929 quebró la economía de la familia Austen hasta el punto de que Alice acabó años después en una residencia de la beneficencia, aunque al menos pudo entregar su archivo a la Staten Island Historical Society. Villela explicó que no fue hasta 1951, poco antes del fallecimiento de esta artista, “cuando un historiador la redescubrió y se pudo financiar una residencia para que Austen viviera en ella”.
En las paredes del Museo del Romanticismo puede verse a Austen jugando al tenis en 1890, en el club de actividades al aire libre de Staten Island, o en el gimnasio Berkeley Ladies Athletic Club, en Manhattan. Allí posan sus amigas colgadas de las anillas o delante de un plinto, era toda una novedad que las mujeres pudieran usar instalaciones deportivas…
Más privadas son las fotografías en las que las vemos en parejas abrazadas por la cintura o a Austen con dos amigas en la cama, sonrientes. Alice Austen dejó un tímido autorretrato en el camarote de un transatlántico (solo se ve, pequeño, su rostro asomando en un espejo), pero fue una pionera de la fotografía en EE UU y una adelantada en la lucha por la transformación del papel que debía tener la mujer en la sociedad.
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